FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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V. El tercer mundo

El heterogéneo mundo árabe y la resistencia palestina

 

 

En este apartado nos centraremos en la trayectoria del conjunto de países del espacio musulmán, que en virtud del predominio de la cultura arábigo-musulmana estuvieron enlazados en varios sentidos aunque con diferente intensidad: los del norte de África (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto), los del Próximo Oriente (Siria, Líbano, Irak, Jordania), los de la península arábiga (Arabia Saudí, Kuwait, Bahrein, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Omar y Yemen).

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial tres procesos tuvieron un fuerte impacto sobre este conjunto de países: la creación del Estado de Israel en Palestina, seguida por la guerra árabe-israelí en 1948, la revolución que llevó al gobierno a Abdel Nasser en Egipto, y la guerra de liberación de Argelia.

También analizamos dos países musulmanes no árabes: Irán y Afganistán, ya que al margen de sus significativas singularidades, en el marco de la Segunda Guerra Fría ambos países fueron epicentro de crisis que tendrían fuertes y prolongados impactos en la marcha del mundo árabe y simultáneamente profundas repercusiones en el escenario mundial.

Al mismo tiempo que las metrópolis europeas eran obligadas a desprenderse de sus colonias y se constituían los nuevos Estados nacionales, grupos nacionalistas alentaron la idea de la unidad árabe. En sus inicios, a principios del siglo XX, el nacionalismo árabe fue la respuesta de grupos minoritarios a la decadencia del Imperio otomano. Después de la Primera Guerra Mundial, expresó el rechazo a las fronteras y a la dominación impuestas por las potencias europeas sobre los territorios mayoritariamente, pero no exclusivamente, árabes del ex Imperio otomano. En el marco de la descolonización, el nacionalismo ingresó en un tercer momento signado por la tensión entre dos fuerzas. Por un lado, la idea del panarabismo, que buscaba la unidad de los árabes a través de la reivindicación de los factores históricos, religiosos y culturales compartidos; por otro, la promoción del nacionalismo local –el egipcio, el sirio, el iraquí, el argelino entre otros– para avanzar en la construcción de cada uno de los nuevos Estados nacionales.

Si bien gran parte de quienes habitaban los nuevos países compartían la lengua árabe, la religión musulmana y la añoranza de los tiempos en que sus antecesores forjaron un poderoso imperio, las poblaciones de los nuevos países eran heterogéneas en el plano étnico y religioso. Este dato fue negado por casi todos los gobiernos posteriores a la descolonización, en pos de conferir un mítico carácter homogéneo a las sociedades. En consecuencia, distintos grupos con mayor o menor conciencia nacional –ya fueran los bereberes en Argelia o los drusos y los chiíes en Líbano entre otros– quedaron subordinados a la etnia que impuso su predominio cultural, religioso y político en su territorio respectivo a partir de la independencia.

En el caso de los kurdos y los palestinos, los poderes extranjeros, en un primer momento, jugaron un papel central en los procesos que obstaculizaron a dichas comunidades nacionales contar con su propio Estado nacional. En el primer caso fueron las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial las que resolvieron que la comunidad kurda quedase repartida entre distintos países. El Estado palestino diseñado por la ONU después de la Segunda Guerra Mundial no llegó a concretarse debido a la expulsión de los pueblos árabes, la Nakba, puesta en marcha por Israel en 1948, después del triunfo israelí en la guerra con los países árabes de ese mismo año.

Mientras que la idea de la Gran Nación Árabe tuvo un papel relevante en el plano discursivo, en los hechos se dio un proceso de afianzamiento de diferentes Estados con regímenes políticos heterogéneos y en ocasiones enfrentados, tanto por razones ideológicas y relativas al alineamiento en el mundo bipolar, como en virtud de los conflictos en torno del trazado de la fronteras y las rivalidades entre los países por imponer su predominio sobre la región.

A costa de simplificar un escenario muy complejo, en el espacio árabe de los años dorados se distinguen dos campos principales. Por un lado, los países en que se mantuvieron las monarquías conservadoras y aliadas de los Estados Unidos: Arabia Saudí, los reinos de las costas de la península Arábiga excepto Yemen del Sur notay la monarquía hachemita en Jordania. Por el otro, los regímenes que se definieron como “socialistas árabes” y buscaron la ayuda económica de la URSS a pesar de su definido antimarxismo: el gobierno de Nasser en Egipto; el partido Baath en Siria e Irak; el Frente de Liberación Nacional Argelino, y a partir de 1969 Muamar el Gadafi en Libia.

La derrota de la Liga Árabe en 1948 tuvo un brutal impacto en los palestinos fuente y afectó también a los jóvenes oficiales de las fuerzas armadas que adjudicaron su fracaso a las monarquías y a un orden social basado en la primacía de la oligarquía terrateniente. Primero en Egipto, poco después en Siria e Irak, se impuso el protagonismo de los militares nacionalistas que intentaron poner en marcha un nuevo proyecto de desarrollo basado en la industrialización.

En Egipto, el Movimiento de los Oficiales Libres, bajo el liderazgo de Nasser, tomó el poder en julio de 1952 y se pronunció en favor del nacionalismo político y económico, dando paso a nuevos alineamientos con las superpotencias y a fricciones con los otros países árabes.

Nasser había combatido en Palestina y cuando regresó a su patria creó el Movimiento de los Oficiales Libres, que derrocó a la monarquía. Esta organización difundió su mensaje a través del periódico clandestino Voz de los Oficiales Libres, en el que se autodefinía como: “Representante de la nueva ideología: nacionalismo árabe, [en] lucha contra cualquier potencia colonial y en especial contra los británicos, [en pos de] la instauración de una república laica y la defensa de los principios del socialismo”.

En un primer momento, Nasser prefirió permanecer en un segundo plano. Sin embargo, en poco tiempo fueron evidentes las diferencias entre el presidente  Muhammad Naguib y los Oficiales Libres. En 1954, Nasser resultó ileso de un atentado adjudicado a los Hermanos Musulmanes, el presidente fue destituido y Nasser encabezó el gobierno para impulsar medidas destinadas a renovar el orden económico y social vía la intervención del Estado. En ese momento, la mayor parte de las escasas tierras fértiles estaban en manos de unas cuantas familias enriquecidas a costa de la explotación de paupérrimos campesinos sin tierra que formaban la inmensa mayoría de la población.

Una de las acciones más resonantes del líder egipcio fue la nacionalización del canal de Suez, decidida al calor de los obstáculos que encontró el proyecto de construcción de la gran presa de Assuán sobre el río Nilo. La obra fue diseñada con el fin de producir energía eléctrica y aumentar la extensión de las tierras cultivables a través del riego. Nasser pidió ayuda financiera al Banco Mundial, pero Estados Unidos se opuso. Egipto era un país poco confiable en virtud de su militante neutralismo y su disposición a vincularse con países comunistas. En ese momento, la URSS buscaba tener una presencia más destacada en Medio Oriente y, en 1955, Checoslovaquia y Egipto firmaron acuerdos comerciales. Ante el rechazo del crédito por parte del Banco Mundial, el líder árabe reaccionó enérgicamente. El 26 de julio de 1956 anunció ante la muchedumbre reunida en la plaza de la Liberación en Alejandría que los fondos para financiar la obra saldrían de la nacionalización del canal de Suez. Esta decisión tuvo una inmensa popularidad en Egipto y entre los países árabes. Nasser se convirtió para muchos en el Tercer Mundo en el símbolo del antiimperialismo. fuente

 

 

NASSER

 

 

 

 

 

GAMAL ABDEL NASSER (1918-1970)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL LÍDER EGIPCIO CONSIDERABA QUE LA SITUACIÓN DE SU PAÍS ERA SIMILAR A LA DEL RESTO DE LOS PAÍSES OCUPADOS POR LAS POTENCIAS EUROPEAS. VEÍA EN LA UNIDAD REGIONAL EL MEJOR CAMINO PARA EL DESARROLLO. FUE UN PANARABISTA, CREÍA NECESARIO QUE LOS PAÍSES ÁRABES FUESEN UNA SOLA NACIÓN, RICA Y PODEROSA. TAMBIÉN PENSABA QUE LOS PAÍSES DEL SUR DEBÍAN LUCHAR JUNTOS POR SUS REIVINDICACIONES Y EN CONSECUENCIA SE INVOLUCRÓ DECIDIDAMENTE EN LA CONSTRUCCIÓN DEL MOVIMIENTO DE LOS PAÍSES NO ALINEADOS.

 

El jefe de gobierno egipcio desafió a los británicos en Suez, pero también a los franceses –por la ayuda que prestó a la insurrección argelina–, y a los israelíes, anunciando que les impediría el acceso al canal. Los dirigentes de estos tres países acordaron atacar Egipto en octubre de 1956. Estados Unidos y la URSS reprobaron la acción militar y la ONU dispuso el cese de fuego inmediato y el retiro de las fuerzas israelíes a las líneas de armisticio. La guerra incrementó la hostilidad árabe hacia Israel y marcó el ocaso de Inglaterra y Francia en la región.

La crisis de octubre de 1956 aumentó el prestigio de Nasser en el mundo árabe y en Siria e Irak alentó la movilización de las fuerzas enfrentadas con los gobiernos conservadores prooccidentales. En ambos países, el “socialismo árabe” fue impulsado por el partido Baath, nota y estuvo signado en los dos casos por la existencia de fracciones rivales que disputaron el control del gobierno vía los golpes militares. La intensa inestabilidad política en estos países terminó a fines de la década de 1960 para dar paso a gobiernos autoritarios, cuyos jefes políticos máximos, Hafed Asad en Siria y Sadam Husein en Irak, retuvieron durante décadas las riendas del poder.

 

 

BANDERA PRASS

 

 

 

 

BANDERA DEL PARTIDO RENACIMIENTO ÁRABE SOCIALISTA DE SIRIA

 

 

 

 

 

 

 

 

En la segunda mitad de la década de 1950, Egipto, Siria e Irak se acercaron a la URSS, pero sin que esto significase su adhesión a los postulados del comunismo. Moscú se presentaba como un aliado que podía ofrecer los recursos necesarios para mantener una posición más autónoma respecto de Occidente y fortalecer su organización militar para enfrentar a Israel, pero esto no significaba que se le confiriese a la URSS la posibilidad de incidir en la política interna. En todos estos países, al margen de alianzas coyunturales, se obstaculizó el libre accionar de los comunistas.

El propósito principal de los “socialistas árabes” fue superar el atraso a través de la reforma agraria y el impulso a la industrialización mediante la nacionalización de las principales industrias y la banca, lo cual, suponían, daría lugar al crecimiento económico. La intervención del Estado también se concibió como una vía hacia una redistribución de la riqueza que redujese las profundas desigualdades sociales a través de la extensión de la educación y las políticas sanitarias. Los “socialistas árabes” no cuestionaron el orden capitalista ni pusieron en tela de juicio la propiedad privada. Las acciones del Estado en la economía pretendieron en gran medida generar condiciones que posibilitasen inversiones rentables.

Si bien Egipto, Siria e Irak compartieron la reivindicación del nacionalismo árabe, la oposición a los gobiernos árabes tradicionales y el cuestionamiento a las potencias occidentales, sus relaciones distaron de ser armoniosas. Todos los intentos de integración fracasaron. La República Árabe Unida se disolvió en 1961, y las posteriores iniciativas que incluían a Irak no se concretaron, en parte debido a las rivalidades entre los Estados por el predominio en la región.

En la década de 1960, también Argelia, después de su independencia, y Libia, nota a partir de la toma del gobierno por Gadafi, asumieron los principios del socialismo árabe.

 

 

nullMUAMAR EL GADAFI (1942-2011)

 

 En todos estos países se produjeron cambios sociales profundos, pero sin alcanzar los objetivos alentados por los nacionalistas. En la década de 1980, en el marco de la crisis del capitalismo central y frente a un conjunto de desafíos –economías que no habían crecido como se esperaba y nuevos conflictos sociales– ,casi todos sus gobiernos asumieron programas económicos neoliberales.

El proyecto nacionalista entró en contradicción con el islamismo. Aquel proponía la disolución de las diferencias sociales a través de la unidad árabe; el último, mediante la comunidad de los creyentes: dos visiones que acabaron enfrentándose.

Los Hermanos Musulmanes, la agrupación creada en Egipto en el período de entreguerras y extendida por varios países árabes, había logrado un destacado nivel de inserción entre los sectores populares a través de sus redes de asistencia social y centros de educación. En 1952, los Hermanos apoyaron la acción de los Oficiales Libres contra la monarquía, pues compartían con ellos el antiimperialismo, la defensa de la unión árabe y el rechazo al Estado de Israel. Pero ambos competían por ganar la adhesión de la misma base social: los sectores medios y populares egipcios. Cuando Nasser decidió subordinar el poder religioso para afianzar su autonomía política, los Hermanos pasaron a la oposición. Después de los intentos frustrados de asesinar a Nasser en 1954 y 1956, los Hermanos fueron duramente reprimidos con el encarcelamiento de miles de adeptos y la ejecución de uno de sus máximos dirigentes, Sayyid Qutb. notaAunque persiguió a los Hermanos que cuestionaban su liderazgo, Nasser aceptó el componente islámico de la identidad árabe y buscó el apoyo de instituciones y líderes islámicos que no cuestionaran su poder. En 1961 se puso en marcha una gran reforma según la cual la milenaria mezquita-universidad de al-Azhar quedó bajo la supervisión del Estado, con el fin de controlar a profesores y alumnos y destacar la compatibilidad entre el islam y el socialismo nasserista.

 

 

MESQUITA

 

 

 

 

MEZQUITA UNIVERSIDAD DE AL-AZHAR, CENTRO DEL SABER MUSULMÁN SUNÍ

 

 

 

 

 

 

 

 

LA EXPANSIÓN DE SUS ALUMNOS POR TODO EL MUNDO ISLÁMICO FACILITA LA CREACIÓN DE REDES DE COOPERACIÓN ENTRE LAS ELITES RELIGIOSAS DE DIVERSOS PAÍSES MUSULMANES Y TAMBIÉN AYUDA A MANTENER UNA CIERTA UNIDAD DOCTRINAL CON LOS MUSULMANES INSTALADOS EN PAÍSES NO ISLÁMICOS.

EN LOS AÑOS TREINTA, LOS HERMANOS MUSULMANES RECLUTARON ADEPTOS ENTRE LOS ESTUDIANTES DE ESTA UNIVERSIDAD QUIENES, CUANDO REGRESABAN A SUS PAÍSES, DEBÍAN CREAR RAMAS LOCALES.

 

Después de la represión de 1954 en Egipto, el centro de gravedad de los Hermanos se desplazó temporalmente a Siria. Cuando se creó la República Árabe Unida (RAU) en 1958, la asociación fue declarada ilegal. Desde la toma del gobierno por Hafez al-Asad en 1970, los Hermanos desconocieron la legitimidad del régimen, dada la preponderancia de los alauíes, una de las tendencias del corpus musulmán, pero ante todo dado el sesgo laico de las medidas gubernamentales. Su actividad fue reprimida por el gobierno de Asad y entre 1979 y 1982 los Hermanos protagonizaron una insurrección armada.

 

 

 

AL ASAD

 

 

 

 

 

 

HAFEZ AL-ASAD (1930-2000)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INGRESÓ AL PARTIDO BAATH POCO DESPUÉS DE SU CREACIÓN. ERA MIEMBRO DE UNA FAMILIA CAMPESINA TRADICIONAL QUE PERTENECÍA A LA MINORÍA RELIGIOSA ALAUÍ, UNA RAMA ESCINDIDA DEL ISLAM CHIÍ.

DESDE 1966 , LA COMUNIDAD ALAUÍ HA TENIDO UNA POSICIÓN CLAVE EN EL ESTADO SIRIO A TRAVÉS DEL CONTROL DEL GOBIERNO, PRIMERO POR HAFEZ EL-ASAD Y, A LA MUERTE DE ESTE EN EL 2000, POR SU HIJO BASHAR.

 

 En los países en que los grupos urbanos que enfrentaron a las clases dominantes tradicionales –aristocracia tribal, terratenientes, familias de la realeza– tomaron el poder, expulsaron a los notables y proclamaron la república y el socialismo, los dignatarios del islam fueron depurados y relegados a un segundo plano. Las nacionalizaciones también los afectaron. El Estado se adueñó de un considerable patrimonio de tierras e inmuebles que habían sido “legados a Dios” por los creyentes y que eran administrados por los ulemas, que gozaban así de independencia financiera.

El régimen nasserista fue visto como una amenaza por las potencias occidentales debido a sus vínculos con el bloque comunista; por Israel, en virtud de su afán por luchar por las reivindicaciones de los palestinos, y también por los regímenes árabes conservadores: el reino de Jordania notay especialmente Arabia Saudí.

La monarquía saudí denunció el sesgo laico del gobierno de Nasser y se atribuyó el liderazgo del islamismo, aspiración fundada en su papel de guardiana de las ciudades santas y protectora de la peregrinación a La Meca. En Arabia Saudí se refugiaron muchos Hermanos Musulmanes egipcios, quienes desempeñaron un papel de peso en la Universidad de Medina, inaugurada en 1961. En sus aulas propagaron su pensamiento a través de la relación con los estudiantes que acudían desde todo el mundo musulmán. La monarquía saudí creó en 1962 la Liga Islámica Mundial, la primera institución consistente que pretendía “wahhabizar” el islam y contrarrestar la influencia del Egipto de Nasser. La organización estaba dirigida por el clero saudí, pero también participaron miembros de los Hermanos Musulmanes y ulemas del subcontinente indio, algunos cercanos al partido fundado por Mawdudi en Pakistán. En 1969 surgió la Organización para la Cooperación Islámica, para movilizar al conjunto de los Estados musulmanes y no solo a los árabes. En 1997, cuando se realizó la quinta cumbre, contaba con cincuenta y cinco miembros.

En el marco de la Guerra Fría, esta corriente wahhabista-islamista enfrentada a los socialistas árabes no disgustó en absoluto al bloque occidental.

Arabia Saudí, cuna y centro espiritual del islam, forjó una duradera y consistente alianza con Estados Unidos sin modificar su orden interno. Los Saud, la familia artífice de la unidad del reino en los años treinta –en estrecha asociación con el clero wahhabita impusieron un fuerte control sobre la vida social y cultural de la población. El monarca encabeza un sistema que incluye un conjunto de centros de poder –la elite principesca y la familia real, el Consejo de Altos Ulemas, los jefes de las tribus beduinas, los tecnócratas y los empresarios– y una serie de principios rígidos que deben ser respetados –la sharía interpretada por los ulemas y el derecho consuetudinario–. El wahhabismo contribuyó a la constitución de un Estado conservador organizado como una monarquía absoluta y teocrática, al mismo tiempo que disciplinó a la sociedad. Esta quedó sometida a las prescripciones de la sharía en una amplia gama de aspectos de la vida privada, respecto del papel pasivo y sumiso reservado a la mujer y en relación con el derecho penal, con la vigencia de penas tales como el empalamiento de las mujeres que eran acusadas de adulterio. Solo en el terreno económico el wahhabismo se mostró dispuesto a aceptar los criterios del capitalismo occidental.

La alianza estratégica con Washington se construyó en la inmediata posguerra. En febrero de 1945, después de Yalta, el presidente Roosevelt visitó al sultán Abdulaziz y acordaron que Estados Unidos reconocería y protegería los intereses del reino mientras la monarquía saudí se comprometiera velar por los intereses económicos de la superpotencia en la región. Las multinacionales estadounidenses, con la Standard Oil Company of California a la cabeza, quedaron a cargo de la explotación y la venta del petróleo descubierto pocos años atrás. Luego, a través de un proceso pactado y por etapas que arrancó en diciembre de 1972 y culminó en 1988 con la creación de la Saudi Arabian Oil Company (Saudi Aramco), la industria del petróleo fue nacionalizada sin que Arabia Saudí dejara de ser el principal proveedor de crudo de los Estados Unidos.

Los Saud vigilaron con especial celo que la afluencia masiva de dinero procedente del petróleo, en una sociedad escasamente modernizada, no trajera consigo los principios culturales de Occidente ni sus ideas y prácticas políticas como el parlamentarismo, los partidos políticos y el laicismo; simultáneamente, la monarquía atendió a la creación de un generoso sistema de protección social que favoreció la estabilidad del régimen.

El Líbano tuvo una trayectoria con rasgos singulares derivada, en parte, de su condición formal de Estado secular, pero construido sobre una base confesional.

Un rasgo distintivo de la región del Líbano, relacionado con su configuración física –una zona montañosa y de difícil acceso–, fue el asentamiento de grupos religiosos minoritarios que encontraron condiciones adecuadas para eludir las persecuciones de distintos poderes centrales, tanto en el período del Imperio árabe como en el del otomano. En este territorio se instalaron tanto grupos cristianos –maronitas, griegos ortodoxos y católicos– como musulmanes –los drusos, los chiítas y los alauíes–.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial los maronitas, que tenían un papel destacado en el comercio entre Europa y el Levante, recibieron con beneplácito el mandato francés. En cambio, la mayor parte de los musulmanes rechazó la separación del territorio libanés de Siria.

Durante la ocupación francesa, la posición de la población local en la vida social y económica se correspondió, en gran medida, con la adscripción religiosa: los maronitas fueron los más integrados a las esferas de gobierno, mientras que los suníes y drusos ganaron posiciones en las actividades comerciales y de servicios, y por último los chiíes quedaron ubicados en la base de la pirámide social como obreros o labradores.

De acuerdo con los principios promovidos por Francia en 1943 para preparar la independencia del Líbano, a cada grupo religioso se le asignó una cuota de participación en las instituciones del Estado, incluyendo las fuerzas armadas y el empleo público. Ese índice se basó en el censo de 1932, según el cual el 54% de la población era cristiana. Cuando se obtuvo la independencia, se impuso un compromiso no escrito conocido como el Pacto Nacional, basado en los criterios de París. El presidente sería maronita, el primer ministro musulmán suní, el portavoz del Parlamento un musulmán chií y una cartera ministerial, al menos, sería para los drusos. La proporción de parlamentarios se estableció en seis cristianos por cada cinco musulmanes.

El Pacto reafirmaba la independencia del Líbano respecto de Francia, pero también respecto de cualquier otro país árabe de la región; esto en referencia a las pretensiones de unión con Siria, que seguía manteniendo una buena parte de la población musulmana de ambos países. Siria consideraba que el Líbano era resultado de la política colonial británica y francesa, y que el acuerdo Sykes-Picot le había sustraído parte de su territorio histórico.

A la lista de identidades religiosas citadas, después de la creación del Estado de Israel se sumaron los palestinos, alrededor de 400.000 personas, que llegaron en sucesivas oleadas desde 1948 y fueron instalados en diferentes campos de refugiados, con menos derechos y posibilidades que los ciudadanos libaneses. El creciente peso de los refugiados palestinos conduciría a que el Líbano fuese cada vez más afectado por la lucha de esta comunidad contra Israel, al mismo tiempo que los palestinos estrechaban lazos con organizaciones populares libanesas opositoras al régimen basado en el predominio de los maronitas. Las diferencias religiosas se entrelazaban complejamente con fuertes desigualdades sociales.

En este período, el Líbano fue un paraíso del liberalismo económico con un alto porcentaje de contribución del sector servicios –finanzas, bancos, comercio y turismo– al PIB nacional, razón por la cual fue reconocido como “la Suiza de Medio Oriente”. La expansión económica favoreció principalmente a la dirigencia cristiana y se dio en el marco de políticas de gobierno poco atentas a las necesidades insatisfechas y a la falta de oportunidades de los más pobres, entre ellos amplios sectores de la comunidad chií. Este proceso propició una marcada diferencia en el reparto de la riqueza y simultáneamente reforzó las diferencias confesionales.

El reparto de poderes pactado en el momento de obtener la independencia se fue agrietando. Las diversas comunidades esgrimían concepciones diferentes respecto de la organización interna del Líbano y de su papel en la política internacional. Mientras los líderes maronitas propiciaban la constitución de un Líbano bajo su control y al margen de la política árabe, los musulmanes buscaban un alineamiento más decidido con el régimen nasserista. A partir de la década de los cincuenta, la incidencia de las ideologías nacionalistas, nasseristas, comunistas y socialistas agudizó el conflicto confesional.

Frente a la crisis de Suez, los nacionalistas árabes consideraron que el gobierno presidido por el cristiano maronita Camille Chamoun asumía una posición prooccidental y presionaron para concretar una alianza con Egipto, que fue resistida por los grupos cristianos. En 1958, el país tuvo que hacer frente a la primera crisis violenta. La lucha por el poder político y económico en el interior, mediatizada por el convulso contexto regional e internacional, acabó en un enfrentamiento armado. Las movilizaciones impulsadas por el Frente Nacional, de orientación musulmana, alcanzaron una destacada gravitación y el gobierno denunció la injerencia de la RAU en la política interna del país.

Después de la revolución iraquí de julio de 1958, el gobierno libanés y Estados Unidos temieron que la oposición musulmana fuera apoyada desde alguno de los países árabes. El presidente Eisenhower ordenó el desembarco de 10.000 marines, una demostración de fuerza destinada a desalentar cualquier posible intento de intervención en el Líbano.

Con la formación de un gobierno de coalición en el que pronasseristas y maronitas lograron ingresar, encabezado por un general – el primer militar en acceder al cargo de presidente–, se abrió un período de estabilidad. Al mismo tiempo se produjo un importante crecimiento económico asociado a la creciente integración social de los sectores y las regiones más postergadas del país.

Sin embargo, dos factores clave que se potenciaban entre sí acabarían dando paso a una brutal guerra civil. Por un lado, la creciente presencia de los palestinos: después de la expulsión de la OLP de Jordania en 1970, el Líbano pasó a ser la principal base para los palestinos expulsados de sus tierras. Por otra parte, la crisis del sistema derivada de transformaciones sociales que no encontraban vía de expresión a través de la política. La composición de la población había cambiado en virtud de la creciente gravitación de los chiíes y de los palestinos, pero los cristianos maronitas resistían la reforma del sistema político. Desde mediados de la década de los setenta, el Líbano ingresó en una pesadilla de muerte y destrucción: la guerra civil de 1975-1976 entre los diferentes grupos sociales y religiosos de país – en la que quedó involucrada la OLP– se entrelazó con la invasión del país por parte de Israel.

 

 El movimiento palestino y las guerras árabe-israelíes

En el clima de desaliento a que dieron lugar en el campo palestino los resultados de la guerra de 1956, comenzaron a formarse diversas organizaciones palestinas, entre ellas  Al Fatah (palabra que en árabe significa “la victoria (o la conquista) a través de la Yihad”; el término es también un acróstico invertido de la expresión Movimiento para la Liberación Nacional de Palestina, liderada por Yasser Arafat.

 

 

 

Yasser Arafat

 

 

 

 

 

 

YASSER ARAFAT (1929-2004)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MUHAMMAD ABDEL RAOUF AL-QUDWA AL-HUSSEINI, SU VERDADERO NOMBRE, NACIÓ EN EL CAIRO EN EL SENO DE UNA ACOMODADA FAMILIA PALESTINA DE ILUSTRE LINAJE, MUSULMANA SUNÍ. DURANTE LA PRIMERA GUERRA ÁRABE-ISRAELÍ, ARAFAT COMBATIÓ EN UNA BRIGADA DE PALESTINOS Y DESEMPEÑÓ TAREAS LOGÍSTICAS EN LAS FILAS DEL EJÉRCITO EGIPCIO. CON LA DERROTA DE LOS PAÍSES ÁRABES, LA FAMILIA DE ARAFAT SE SUMÓ AL ÉXODO DE REFUGIADOS PALESTINOS QUE SE DESPERDIGARON POR LOS PAÍSES ÁRABES DE LA REGIÓN, MIENTRAS QUE ÉL RETORNÓ A LA CAPITAL EGIPCIA.

HACIA 1950, ARAFAT COMENZÓ ESTUDIOS DE INGENIERÍA EN LA UNIVERSIDAD REY FUAD, DE EL CAIRO, DONDE, EN 1953, FUNDÓ LA UNIÓN GENERAL DE ESTUDIANTES PALESTINOS, QUE SE VINCULÓ A LOS HERMANOS MUSULMANES E INCORPORÓ A ELEMENTOS SIRIOS. AL ESTALLAR EN OCTUBRE DE 1956 LA SEGUNDA GUERRA ÁRABE-ISRAELÍ, ARAFAT SE ENROLÓ COMO VOLUNTARIO EN EL CUERPO DE INGENIEROS DEL EJÉRCITO EGIPCIO. DESPUÉS DEL CONFLICTO SE INSTALÓ EN KUWAIT.

 

El programa del movimiento creado en Kuwait en 1957 se resumía en tres puntos: la destrucción del Estado judío por la vía militar, el retorno a sus hogares de los refugiados de 1948 y el establecimiento de un Estado árabe en Palestina que incorporase a Cisjordania (en ese momento bajo la tutela del reino hachemí de Jordania) y con Jerusalén como capital indivisible. En principio, la organización fue rechazada y tachada de subversiva en Jordania, Siria y el mismo Egipto nasserista. A partir de 1963, con el triunfo del movimiento militar-baathista, Arafat encontró en Siria la posibilidad de establecer bases para las incursiones guerrilleras contra Israel.

A mediados de 1964, se reunió en Jerusalén oriental el I Consejo Nacional Palestino, el llamado “Parlamento palestino en el exilio”. La asamblea, dominada por nasseristas y panarabistas del Movimiento Nacionalista Árabe (MNA), tenía el mandato de la Liga Árabe de elaborar la primera plataforma común de los palestinos diseminados por todo Oriente Próximo y el Magreb. El encuentro dispuso la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y aprobó una Ley Fundamental y una Carta Nacional Palestina. Este documento declaró ilegal el Estado de Israel y consideró palestinos a todos los ciudadanos árabes que habían vivido en Palestina hasta 1947, así como a los nacidos después de esa fecha, tanto dentro como fuera del país, de padre palestino.

La OLP se dotó de una organización de masas, la Organización Popular Palestina, y de un brazo armado regular, el Ejército de Liberación Palestino, cuyos efectivos pasaron a ser reclutados y adiestrados por el Ejército sirio, en el que de hecho se encuadró como una unidad auxiliar. Arafat, que estuvo ausente, consideraba que la OLP no era más que un instrumento de Nasser, cuyas ambiciones panarabistas incluían el manejo de los palestinos en provecho propio.

En 1966 Al Fatah era solo uno más entre los grupos y banderías de la resistencia palestina y estaba lejos de prevalecer sobre los demás en cuanto a número de militantes y capacidad guerrillera, pero había ganado una considerable popularidad entre las masas de refugiados. A partir de la guerra de los Seis Días (1967), las fuerzas palestinas ganarían peso propio.

Desde finales de 1966, era evidente que se avanzaba hacia una tercera guerra entre árabes e israelíes. Entre los signos en tal sentido, uno de peso fue la llegada al poder en Siria de los sectores más radicales del partido Baath. Además, a principios de 1967, el gobierno israelí anunció la decisión de iniciar cultivos en todas las regiones de la zona desmilitarizada entre Siria e Israel. Nasser, por su parte, en mayo de 1967 pidió a la ONU el retiro de sus fuerzas de interposición y, al mismo tiempo, cerró el paso del tráfico marítimo israelí por el estrecho de Tirán. Estados Unidos envió su sexta flota al Mediterráneo Oriental y la URSS declaró que cualquier agresión israelí chocaría con una “resistencia resuelta de su parte”. A principios de junio, la ofensiva de Israel dio comienzo a la guerra de los Seis Días. Después de reducir a la aviación egipcia, las fuerzas israelíes, en tan solo tres días, se instalaron a las orillas del canal de Suez, haciendo posible la circulación marítima propia por el golfo de Akaba, y lograron que Egipto aceptara el cese del combate ordenado por la ONU.

 

 

 

SOLDADOS ISRAELÍES CELEBRAN LA CONQUISTA DEL SINAÍ

 

 

 

 

SOLDADOS ISRAELÍES CELEBRAN LA CONQUISTA DEL SINAÍ

 

 

 

 

 

 

 

Mientras tanto, su acción contra Jordania le permitió a Israel ocupar la totalidad de Jerusalén y Cisjordania; el rey Hussein aceptó la derrota antes que los egipcios. En la frontera siria avanzaron sobre las alturas del Golán, que dominan Galilea. La ocupación del Sinaí, el Golán, Gaza y Cisjordania por parte de Israel abrió una grieta en la solidaridad árabe al tocar intereses nacionales particulares. Los países afectados relegaron a un segundo lugar la cuestión palestina, como puso en evidencia la acción militar coordinada de Egipto y Siria en 1973, cuyo objetivo central fue recuperar la soberanía sobre los territorios propios perdidos.

La ONU aprobó la resolución 242 de noviembre de 1967, seis meses después de la Guerra de los Seis Días que pedía en términos vagos la retirada de Israel de (en la versión inglesa) los (otras versiones) territorios ocupados en 1967 y convocaba al cese de todas las situaciones de beligerancia a través de una paz justa y duradera.

A partir de 1967, la situación de los palestinos, que vivieron la derrota como una segunda Nakba, se agravó dramáticamente. Israel había ocupado nuevos territorios: la península de Sinaí (Egipto), la margen occidental del río Jordán (Jordania), las alturas de Golán (Siria) y la franja de Gaza, además concretó la completa ocupación de Jerusalén. Esta expansión agravó el problema de los refugiados. Se calcula que aproximadamente un tercio del conjunto de la población árabe residente en Cisjordania, Jerusalén oriental y Gaza, muchos de los cuales ya eran refugiados de la oleada de 1948 y que quedaron bajo la administración marcial israelí, huyeron inmediatamente a Jordania, Siria y Líbano, donde engrosaron los campos de refugiados ya existentes. Atrás dejaban unas propiedades que comenzaron a ser expropiadas por el gobierno israelí.

 

SOLDADOS ISRAELÍES DESPUÉS DE LA TOMA DEL MURO DE LOS LAMENTOS

 

 

 

 

 

SOLDADOS ISRAELÍES DESPUÉS DE LA TOMA DEL MURO DE LOS LAMENTOS

 

 

 

 

 

 

 

Las grandes potencias intervinieron en forma más abierta y en mayor escala. Estados Unidos como aliado de Israel pero sin descuidar sus relaciones con los países productores de petróleo, y la URSS a través de la entrega de armamento a los gobiernos socialistas árabes. Sus consejeros militares adiestraron a los ejércitos egipcio, sirio, iraquí y yemení. Como contraprestación, los árabes abrieron el Mediterráneo a los soviéticos, permitiendo que sus flotas utilizasen puertos en Egipto, Siria y Yemen.

Francia, que hasta el momento había apoyado decididamente a Israel, tomó distancia de su conducta expansionista. Según De Gaulle, la ocupación de los nuevos territorios por parte de los israelíes solo sería posible mediante la opresión y las expulsiones, las que a su vez engendrarían una resistencia cada vez más radicalizada.

En cambio, Estados Unidos hizo de la defensa de Israel un nuevo pilar de su política en Medio Oriente. En parte porque el triunfo israelí había afectado a Egipto y a Siria, dos aliados de la URSS. El gobierno de Johnson vio en el apoyo a Israel un éxito que compensaba los fracasos en Vietnam. También hubo razones internas que alentaron esta postura: la adhesión que concitaba la causa judía entre los sectores progresistas de la sociedad norteamericana, junto con la consolidación de la comunidad judía en el terreno social, cultural y político de ese país. Para muchos norteamericanos era una buena causa defender al pequeño país democrático frente a la coalición de árabes visualizados como religiosos fanáticos y autoritarios. El Partido Demócrata estuvo más cerca de los intereses israelíes, mientras que los republicanos fueron más receptivos a los reclamos de las petroleras que no deseaban la enemistad de sus socios árabes.

Después de la derrota, Nasser presentó su renuncia, pero grandes manifestaciones a su favor lo llevaron a retirarla. Tres años más tarde, una crisis cardíaca ponía fin a su vida.

La derrota árabe en la guerra de los Seis Días aceleró la autonomía de la OLP respecto de los regímenes árabes. El IV Consejo Nacional Palestino, reunido en El Cairo en 1968, tomó dos decisiones cruciales: el ingreso de Al Fatah y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (organización dirigida por Georges Habash en la que prevalecía un nacionalismo de sesgo marxista revolucionario), y la revisión de la Carta Nacional. El nuevo texto afirmó el carácter central de la lucha armada, que fue presentada como “la única manera de liberar Palestina”, y reconoció la identidad separada del pueblo palestino sin dejar por ello de creer en la unidad árabe, “complementaria” de la liberación nacional. Al Fatah y el Frente Popular para la Liberación de Palestina recibieron la mitad de los asientos en la conducción de la OLP, y Arafat, que fue elegido su presidente, pasó a representar a los palestinos en todas las reuniones de los jefes de Estado árabes.

Con el triunfo israelí en la guerra de los Seis Días y la ocupación de Gaza y Cisjordania, la resistencia palestina buscó establecer sus bases en los Estados árabes vecinos, especialmente en Jordania y Líbano.

El régimen jordano acusó el impacto de la presencia de gran número de palestinos armados, apoyados por una parte sustancial de la población. Esta situación dejaba a Jordania como posible objetivo de una acción militar israelí. Aunque algunos miembros del gobierno eran favorables a la presencia palestina, en el ejército primaba el afán de deshacerse de tan incómodos huéspedes. En el Líbano el problema era parecido, pero, por el momento, no tan acuciante.

En el reino hachemita, la entrada en acción de la nueva OLP bajo la hegemonía de Al Fatah supuso una agudización de las tensiones dada la intensa actividad política de la resistencia dentro del territorio jordano. La radicalización del movimiento palestino generó fricciones con el régimen conservador de Hussein, que temía el afianzamiento de un segundo poder. Entre los militares primaba la voluntad de librarse de tan problemáticos huéspedes y en 1970 expulsaron sangrientamente, durante el llamado “Septiembre Negro”, a los milicianos de la OLP. Por primera vez, el ejército regular de un Estado árabe había lanzado sus fuerzas contra la resistencia palestina y parte de la población desarmada. El nombre Septiembre Negro fue reivindicado por una organización terrorista cuya acción más estremecedora fue el brutal secuestro y asesinato de once atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich.

Después de la muerte de Nasser, el nuevo presidente egipcio, Anwar el-Sadat continuó inicialmente la política de hostigamiento a Israel y en 1973 condujo la guerra de Yom Kippur (el nombre de una festividad religiosa judía) alentado por el fracaso en la resolución de los problemas surgidos de la guerra de 1967. A partir del sorpresivo ataque árabe del 6 de octubre, en un primer momento, los avances egipcio y sirio fueron rápidos y exitosos. Sin embargo, en pocos días se inició el contraataque israelí. En ese momento, tanto la URSS como EE.UU. organizaron puentes aéreos masivos llevando armas a sus aliados. Las dificultades egipcias hicieron que Moscú advirtiera sobre la posibilidad de enviar tropas en apoyo al gobierno de Sadat. Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, viajó a Moscú para negociar una solución. Finalmente, las partes enfrentadas acataron una resolución de la ONU que pedía el inmediato alto el fuego. El 25 de octubre de 1973 callaron las armas.

 

 

SOLDADOS SIRIOS SE RINDEN A LAS TROPAS ISRAELÍES EN LOS ALTOS DEL GOLÁN

 

 

 

 

SOLDADOS SIRIOS SE RINDEN A LAS TROPAS ISRAELÍES EN LOS ALTOS DEL GOLÁN

 

 

 

 

 

 

 

 

Las gestiones de Kissinger no solo consiguieron la separación de los contendientes; lo más importante es que sentaron las bases para un posterior acuerdo de paz entre Egipto e Israel: el acuerdo de Camp David en 1979.

En la primera mitad de la década de los setenta, la OLP fue ganando el reconocimiento internacional. A fines de 1974, la Asamblea General de la ONU aprobó una serie de resoluciones que reconocían a la OLP como la representante legítima del pueblo palestino y la invitaban a participar en las deliberaciones sobre los derechos de dicho pueblo. También sostuvieron el derecho de los palestinos a la autodeterminación, la independencia y la soberanía nacional, y el de los refugiados al retorno a su patria de origen.

A mediados de noviembre, Arafat se dirigió al pleno de la Asamblea –uniformado y tras haber dejado en la entrada su pistola– a través del discurso más famoso de su carrera: “Vengo con el fusil del combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano. Repito: no dejen que la rama de olivo caiga de mi mano”. También pidió que no se calificara de terroristas a aquellos que “luchan por la liberación de su tierra de los invasores y los colonialistas”.

 

Irán

En Irán, la dinastía de los Pahlevi siguió un camino similar al escogido por Kemal Ataturk en Turquía en los años veinte. La clase gobernante iraní buscó imponer un Estado laico y moderno acorde con los rasgos distintivos de los países capitalistas desarrollados, contando para ello con los recursos de la explotación petrolera y su decidido alineamiento con el bloque occidental.

A fines de abril de 1951, Mohammad Mossadegh fue nombrado primer ministro e inmediatamente hizo aprobar la ley de nacionalización del petróleo. En esos días, casi todo Teherán vivió horas de alegría. Al lado de Mossadegh estaba la figura del ayatolá Kashani, la máxima autoridad religiosa.

Además, el primer ministro toleró al Partido Comunista iraní, el Tudeh. Londres y Washington alentaron el temor de que los rusos intervinieran en la explotación de las reservas petroleras del país.

 

 

TRUMAN

 

 

 

 

EL PRESIDENTE TRUMAN Y A SU IZQUIERDA MOHAMMAD MOSSADEGH (1882-1967) EN SU VISITA A LOS ESTADOS UNIDOS EN 1951.

 

 

 

 

 

 

FORMADO EN LA ESCUELA DE CIENCIAS POLÍTICAS DE PARÍS, INICIÓ SU CARRERA PROFESIONAL EN 1906 COMO FUNCIONARIO DEL MINISTERIO DE FINANZAS. POSTERIORMENTE OCUPÓ VARIOS CARGOS EN EL GOBIERNO: FUE MINISTRO DE HACIENDA EN 1921 Y DE ASUNTOS EXTERIORES DE 1923 A 1925. EN 1923, FUE ELEGIDO MIEMBRO DEL MAJLIS (LA CÁMARA BAJA DEL PODER LEGISLATIVO IRANÍ), PUESTO PARA EL QUE SERÍA REELECTO DOS AÑOS DESPUÉS. SE OPUSO A LA CORONACIÓN  DE REZA KAN PAHLAVI EN 1925 Y HUBO DE ABANDONAR LA VIDA PÚBLICA. MOSSADEGH RETOMÓ SU ACTIVIDAD POLÍTICA EN 1943, AL OBTENER UN ESCAÑO EN EL MAJLIS. PRONTO DESTACÓ COMO LÍDER DE UNA COALICIÓN PARLAMENTARIA DE GRUPOS NACIONALISTAS QUE EXPROPIÓ A LA ANGLO-IRANIAN OIL COMPANY

 

 

Gran Bretaña reaccionó organizando un embargo general contra el petróleo iraní y puso en marcha maniobras a largo plazo con vistas a derrocar a Mossadegh. Estados Unidos, que en un principio permaneció neutral, acabó involucrándose decididamente mediante la intervención de la CIA en el derrocamiento del primer ministro.

Occidente aprobó el boicot al petróleo de Irán y el sha ordenó la destitución del ministro a mediados de agosto, pero ante la oleada de movilizaciones en apoyo a Mossadegh decidió partir con su esposa Soraya a Roma. A partir de su retirada se puso en marcha la destrucción de las estatuas del emperador.

Sin embargo, el 19 de agosto, las tropas realistas, con la ayuda de la CIA, arrestaron a Mossadegh. Juzgado por un tribunal militar y acusado de traición, fue condenado a tres años de cárcel, tras los cuales permaneció en arresto domiciliario el resto de su vida. El sha volvió a ocupar el trono.

 

 

 

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LA BODA DEL SHA CON SORAYA, EN 1951.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El reino de Afganistán

 

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en la que se declaró neutral, Afganistán era básicamente un mosaico de grupos étnicos con fuerte peso de los vínculos tribales, con una población mayoritariamente musulmana suní pero también con una importante comunidad de chiíes.

El 7 de septiembre de 1953, Mohammed Zahir Shah, en un gesto de autoridad, destituyó a su tío Mahmud Khan y nombró primer ministro a su primo, cinco años mayor que él, Mohammed Daud Khan, que representaba a la nueva generación de miembros de la familia real, que ganó el envite a sus ultraconservadores mayores.

 

 

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MOHAMMED ZAHIR SHAH (1914-2007

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Daud inauguró una etapa de reformas sociales y económicas que fue interpretada como la reanudación del abortado programa de Amanullah. En 1956 se aprobó el I Plan Quinquenal, destinado a abrir nuevos regadíos y desarrollar la agricultura en general, y la diplomacia se afanó en captar la formación de capital extranjero.

Los planes quinquenales II (1962-1966) y III (1967-1972) alentaron un desarrollo perceptible en el agro, la minería, el comercio privado y las comunicaciones, aunque limitado y que dejó intactos la mayoría de los aspectos de la vida de Afganistán, siempre entre los países más pobres y subdesarrollados del mundo, expuesto a crisis de subsistencia y a las hambrunas causadas por una naturaleza hostil.

La apertura constitucional-democrática del rey Mohammed Zahir Shah introdujo, con la nueva Constitución de 1964, un parlamentarismo casi en toda la regla, pero paradójicamente –y esto resultaría crucial– sin partidos políticos legales.

El aperturismo de Zahir permitió una tolerancia política indudable en contraste con lo que había sucedido antes y, más todavía, con lo que iba a suceder después, pero su límite fueron los partidos políticos; aunque no perseguidos, tampoco llegaron a ser legalizados porque el rey rehusó firmar la legislación específica.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en la que había permanecido neutral, Afganistán rechazó la presión de EE.UU. para unirse al Pacto de Bagdad contra el comunismo (más tarde, CENTO), suscrito en 1955. En cambio se sumó al proceso de Bandung que culminó en la creación del Movimiento de Países No Alineados. Este movimiento estuvo dominado por líderes que no eran prooccidentales; en consecuencia, Estados Unidos rechazó las peticiones de apoyo militar del gobierno afgano y Kabul inició la cooperación militar con la URSS. Sin embargo, estas relaciones no estuvieron exentas de tensiones, debido al rechazo por el rey afgano de la anexión soviética de Bujara y Jiva y como consecuencia de conflictos fronterizos derivados de la anexión por la Rusia zarista de territorios turcomanos hasta entonces dominados por Kabul.

Como consecuencia de la cooperación militar afgano-soviética, un número cada vez mayor de oficiales afganos recibió adiestramiento en la URSS. Algunos de ellos adoptaron las ideas comunistas, o al menos las nacionalistas antioccidentales, y comenzaron a reclutar seguidores en las fuerzas armadas afganas. En la década de los setenta, se constituyó en el ejército afgano una organización clandestina de oficiales izquierdistas.

Las relaciones con Pakistán fueron conflictivas, ya que las fronteras impuestas por Gran Bretaña en 1893, la llamada Línea Durand, partieron en dos una zona de asentamiento pashtún, un grupo étnico con fuerte gravitación en Afganistán. La política del ministro afgano Daud alentó la separación de Pakistán de los territorios poblados por dicha etnia.

Entre 1955 y 1957, y otra vez en 1961, se llegó a la ruptura de relaciones diplomáticas y al cierre de fronteras, con grave perjuicio para Kabul por la interrupción de los canales de comunicación con el océano Índico y la caída de los ingresos en concepto de tasas de aduana, obligándolo a suscribir acuerdos de tránsito de mercancías con Irán y la URSS.

El significativo aumento del alcance y rendimiento del nuevo sistema educativo favorecieron la movilidad social. En 1946, se inauguró en Kabul la primera universidad de Afganistán, a la que siguió en 1963 la Universidad Nangarhar en Jalalabad. En 1950 había un total de 10.000 estudiantes en Afganistán, cifra que se elevó a 193.574 en 1960 y a 664.574 en 1970. El sistema educativo no atrajo solo a las clases urbanas sino también a la población rural, sobre todo a las tribus pashtunes que –como representantes del grupo étnico del que provenía la monarquía– podían enviar a sus hijos a las nuevas escuelas y además estaban interesadas en hacerlo, sobre todo porque los puestos de trabajo en el gobierno eran codiciados. El hecho de que los estudiantes conservaran sus estrechos vínculos con sus tribus o comunidades incluso después de ingresar en la burocracia del Estado y establecerse en Kabul o en otras ciudades tuvo importantes repercusiones en las zonas rurales, en particular que la educación se considerase un bien deseable. De este modo, las ideas modernas también penetraron lentamente en la sociedad tribal y las filas de la clase culta se engrosaron de modo considerable. Sin embargo, el país no contaba con una estructura social y económica capaz de satisfacer las expectativas de los nuevos egresados de la universidad.

La consecuencia no deseada de este éxito fue que el rendimiento educativo no se correspondió con posibilidades laborales acordes. Los titulados universitarios esperaban como algo casi natural acceder a empleos gubernamentales, pero esto sucedió cada vez menos debido a la ausencia de capacidad de absorción en un gobierno afgano todavía en gran medida tradicional.

Además, el acceso a los puestos más altos en la burocracia del Estado estaba bloqueado por los miembros de las familias reales y de la aristocracia tribal mientras que la minoría chií quedaba excluida por completo, lo que agravó las tensiones étnicas. La falta de empleo creó un terreno fértil para la actividad política. Los estudiantes figuraron entre los activistas de los partidos políticos y los medios de comunicación en la “década de democracia” anunciada por la Constitución de 1964. A partir de ese año, llevaron a cabo una serie de protestas masivas. Una manifestación estudiantil en octubre de 1965 degeneró en violencia cuando la policía abrió fuego y mató e hirió a varios participantes. En 1968, mientras sus colegas se rebelaban en París o Praga, la Universidad de Kabul se cerraba todo el año. Los miembros jóvenes de las minorías étnicas tenían una fuerza desproporcionada en el marco de la activación política.

 

 

 

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