FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

Usted está aquí: Inicio Carpeta 3 La Guerra Fría I. La Guerra Fría

I. La Guerra Fría

La Segunda Guerra Fría (1975/1979-1985)


Desde mediados de los años setenta, el clima de distensión entre las superpotencias se enrareció debido al incremento de la tensión entre ambas derivado de las políticas desplegadas por sus dirigentes, a los debates sobre el despliegue de nuevos misiles en Europa occidental y, especialmente, a la serie de rebeliones que recorrió el Tercer Mundo. Estos enfrentamientos con raíces históricas propias fueron interpretados en clave de la lógica bipolar y se convirtieron en guerras signadas por los intereses de las dos potencias.
Los principales conflictos tuvieron lugar en el Cuerno de África a partir del derrocamiento de la monarquía dictatorial en Etiopía; en el sur de África debido a la liberación de las colonias portuguesas; y en el área musulmana del suroeste de Asia donde se conjugaron la exitosa revolución del ayatollah Ruholláh Jomeini en Irán y la invasión de Afganistán por la URSS.
También en Centroamérica, una región que los Estados Unidos siempre habían considerado bajo su influencia, una serie de procesos quebrantaron esa convicción: la creciente fuerza del movimiento guerrillero en El Salvador y Guatemala; la presencia de Omar Torrijos en Panamá, y el triunfo de la revolución sandinista en 1979. Después de la caída la dictadura de Somoza en Nicaragua y la instauración de un gobierno de corte revolucionario apoyado por Moscú y La Habana, Ronald Reagan, candidato a la presidencia de Estados Unidos, preguntaba en la campaña electoral: “¿Debemos dejar que Granada, Nicaragua, El Salvador, todos se transformen en nuevas Cubas?”
La oleada de revoluciones cuestionó el orden vigente en varios países, pero sin incluir un extendido giro revolucionario hacia el comunismo. Los movimientos en lucha expresaron ya sea el rechazo a regímenes dictatoriales, por ejemplo los grupos guerrilleros en América Central, o bien el afán de liquidar la dominación colonial aún vigente, el caso del imperio portugués en África.
Mientras la inestabilidad política y la lucha armada atravesaban el Tercer Mundo, los principales centros capitalistas dejaban atrás su período de crecimiento sostenido para ingresar en una etapa signada por el estancamiento y las bruscas fluctuaciones del ciclo económico. Los principales índices mostraban además, que Estados Unidos ya no era la potencia hegemónica indiscutida. Al mismo tiempo Moscú se estaba quedando aceleradamente atrás de las potencias capitalistas: si bien era capaz de producir enormes cantidades de acero, carecía de las condiciones necesarias para avanzar en el desarrollo de la informática. La economía central planificada rígida y burocrática era un obstáculo cada vez mayor para la promoción del desarrollo científico y tecnológico.
El pasaje de la distensión hacia la Segunda Guerra Fría fue resultado principalmente de los diagnósticos y las líneas de acción asumidas por las dirigencias de cada superpotencia frente a estos desafíos. En Moscú, sobre la base del creciente ingreso de divisas procedentes de la venta de petróleo, se apostó a ganar protagonismo en el escenario internacional mediante la ampliación de su esfera de influencia. Las ambiciones desmesuradas de la gerontocracia soviética encabezada por Leonid Brehznev condujeron a la intervención en áreas en las que hasta entonces se había mantenido al margen, el caso de África, y a involucrarse en un esfuerzo militar que excedía las posibilidades de una economía cada vez menos eficiente. En Washington, los neoconservadores que ganaron posiciones en el gobierno del republicano Reagan apostaron a la superación del síndrome de Vietnam y recuperación de la hegemonía de Estados Unidos mediante la creación de un potente y sofisticado complejo militar vía los aportes de la ciencia y la tecnologia y con la convicción de que su país le cabía la sagrada misión de defender e imponer la democracia y la libertad en todo el mundo contra el enemigo comunista. fuente
El gobierno estadounidense eludió el envío de sus fuerzas militares como lo hiciera en Vietnam, y optó por la guerra mediante agentes interpuestos —por ejemplo, el financiamiento de los contras en Nicaragua nota o el de los muyahidin en Afganistán— o bien por ataques de carácter simbólico como la invasión a Granada en 1983 nota en los que su maquinaria bélica de alta tecnología le garantizaba una ventaja absoluta. El proyecto neoconservador incluyó una escalada en la carrera de armamentos con la Unión Soviética que iba mucho más allá de lo que ésta podía afrontar. El 23 de marzo de 1983 Reagan anunció a millones de televidentes su proyecto de militarización espacial, destinado a cambiar el curso de la historia de la humanidad. La Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida como la guerra de las galaxias, consistía en un paraguas defensivo de armas espaciales que destruirían los misiles intercontinentales soviéticos antes que de tocaran suelo norteamericano. Para sus diseñadores, el principio de “destrucción mutua asegurada” sería reemplazado por el de “supervivencia mutua asegurada”.
Uno de los giros más novedosos en las relaciones entre las dos superpotencias se produjo en África, continente que había quedado al margen de la reconocida esfera de influencia soviética. El avance de Moscú se apoyó básicamente en tres conflictos: la crisis en el Cuerno de África; la descolonización del África portuguesa y, estrechamente vinculada con este proceso, la guerra de liberación sostenida por las mayorías negras contra el dominio blanco en el África meridional.

 EL CUERNO DE ÁFRICA

ZONA INTEGRADA POR LOS SIETE PAÍSES EN AMARILLO


Etiopía, uno de los países más pobres del mundo, ingresó en la órbita de los intereses sovieticos a partir de la destitución en 1974 del emperador Haile Selassie por militares que anunciaron la instauración de un régimen marxista. La ayuda de de Moscú al nuevo gobierno militar tuvo un fuerte impacto sobre la región: Somalia perdió el respaldo soviético y el gobierno etíope rechazó con las armas tanto las demandas de independencia de Eritrea como los reclamos de Somalia sobre la región de Ogaden.
Desde los años cincuenta, en el imperio portugués se venían desarrollando movimientos guerrilleros que en algunos casos —el Frente de Liberación de Mozambique, el Movimiento Popular de Liberación de Angola y el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde— recibían ayuda militar de Moscú. La caida de la dictadura en Portugal con la Revolución de los Claveles, ocurrida en 1974, aceleró el proceso de independencia y los grupos apoyados por los soviéticos tomaron el poder. El cinturón de seguridad en torno de Sudáfrica perdió su invulnerabilidad. Las fuerzas anticomunistas buscaron ayuda en los Estados Unidos y en el régimen racista de Sudáfrica que apoyaron a la Unita  en Angola y a grupos de la oposición en Mozambique. La lucha armada siguió asolando ambos países: persistió hasta principios de los años noventa en Mozambique y hasta 2002 en Angola.
En 1979 dos países musulmanes del suroeste de Asia, Irán y Afganistán, fueron sacudidos por cambios drásticos derivados de crisis internas que se combinaron explosivamente con la existencia de de un mundo bipolar y con las profundas rivalidades y tensiones presentes en el mundo musulmán. La revolución iraní que derribó la monarquía en febrero y la intervención armada de los soviéticos en Afganistán en diciembre, no sólo agravaron el clima de Guerra Fría, tuvieron un fuerte impacto en el mundo musulmán y consecuencias de largo plazo en el campo de las relaciones internacionales.

IRÁN Y AFGANISTÁN   

 En el caso de Irán, uno de los principales productores de petróleo, la caída del sha Reza Pahlevi firme aliado de Estados Unidos dio paso a la instauración de una República Islámica. Bajo la conducción del líder religioso chiíta Jomeini, el régimen declaró enemigos tanto a Occidente como al comunismo. La revolución iraní impuso la estrecha asociación entre política y religión para enfrentar a los "poderes impíos extranjeros"  y a los gobiernos musulmanes conservadores, especialmente el de Arabia Saudita.

La presencia del régimen chiíta desestabilizó la región y significó un fuerte cuestionamiento al predominio de Estados Unidos. A fines de 1979, en el marco de enfrentamientos internos, el sector más radicalizado de la coalición revolucionaria iraní ocupó la embajada estadounidense en Teherán y tomó como rehenes a todos sus ocupantes sin que el gobierno estadounidense pudiese hacer nada.

 MANIFESTANTES IRANÍES PORTANDO CARTELES CON LA FIGURA DE JOMEINI






 MANIFESTANTES IRANÍES PORTANDO CARTELES CON LA FIGURA DE JOMEINI










La invasión de la Unión Soviética a Afganistán posibilitó que las tensiones y rivalidades entre países y grupos mulsumanes evidentes a partir de la revolución iraní se combinaran explosivamente con el recrudecimiento de la Guerra Fría. Frente a las luchas entre diversas facciones comunistas afganas, enfrentadas a su vez con guerrillas islámicas, Moscú buscó imponer un gobierno que garantizase el orden y mantuviera al país en la esfera de influencia soviética. En el Kremlin se temía que la revolución iraní contagiara a Afganistán e incluso que pudiera influir sobre la población soviética del Asia Central mayoritariamente musulmana. La reacción occidental fue inmediata. Alegando que la ocupación llevaba la influencia soviética más allá de su espacio tradicional, EEUU y sus aliados organizaron inmediatamente la contraofensiva. La ONU y los No Alineados condenaron la invasión soviética. La Casa Blanca, además del embargo comercial, apoyó a la guerrilla islámica que combatía contra las tropas soviéticas. Los muyahidin afganos fueron entrenados en bases paquistaníes como fruto de la cooperación entre la CIA, el servicio secreto paquistaní (ISI) y Arabia Saudita. En esa época, el miembro de una poderosa familia saudita vinculada con la monarquía, Osama Bin Laden, coordinaba el reclutamiento de voluntarios islámicos para luchar en Afganistán.
La acción armada contra los “impíos” que habían invadido el territorio del Islam se presentaba para un sector de los gobiernos musulmanes como una vía radicalizada capaz de competir con el llamado a la revolución desde Irán. Con este objetivo, Arabia Saudita y las monarquías del Golfo llegaron a acuerdos con unos aliados poco previsibles: los muyahidin afganos y los partidarios de la yihad armada. Mientras la lucha contra los soviéticos fue el objetivo central, los yihadistas fueron funcionales a los intereses de Estados Unidos y Arabia Saudita. Sin embargo, la yihad en Afganistán desarrolló su propia lógica y en la década de los noventa enfrentaría a los dos paises que habían financiado su desarrollo.



Acciones de Documento