FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

Usted está aquí: Inicio Carpeta 1 La Belle Époque II. La belle époque y el capitalismo global

II. La belle époque y el capitalismo global

Los pilares de la economia global


Entre 1896 y 1914 las economías nacionales se integraron al mercado mundial a través del libre comercio, la alta movilidad de los capitales y destacado movimiento de la fuerza de trabajo vía las migraciones, principalmente desde el Viejo Mundo hacia América. nota

El comercio mundial casi se duplicó entre 1896 y 1913. A Gran Bretaña con su imperio le correspondió cerca de una tercera parte de todo el comercio internacional. El comercio no vinculado directamente con Gran Bretaña prosperó porque formaba parte de un sistema más amplio que reforzaba la orientación librecambista. El movimiento proteccionista que buscaba resguardar los intereses de la industria incipiente y de los grupos agrícolas afectados por la incorporación de nuevos productores no afectó la apertura internacional porque los países que la adoptaron no rompieron su vinculación con el mercado mundial. Aún con políticas que tenían en cuenta a los que reclamaban protección, se mantuvieron fuertes lazos con los intercambios mundiales vía la entrada de materias primas que no competían con la producción nacional y de insumos intermedios de los que ésta carecía.

La inversión internacional aumentó aún más rápidamente. El flujo de dinero fue importante tanto para el rápido desarrollo de gran parte de los países que los recibían como para los que invertían en ellos. El capital británico estuvo a la cabeza de las inversiones internacionales. Los grandes capitales, por ejemplo, en lugar de abrir una nueva línea de ferrocarril en Gran Bretaña podían dirigirse hacia la periferia donde eran requeridos para abaratar el traslado de los alimentos y de las materias primas requeridos por el taller del mundo. Los ferrocarriles atrajeron la mitad de las inversiones inglesas en el exterior y las ganancias procedentes de otros países en este rubro fueron casi dos veces superiores a las obtenidas en el Reino Unido. Estos beneficios saldaban el déficit comercial británico. Los principales receptores no fueron las regiones más pobres de Asia y África, sino países de rápido desarrollo industrial, los de reciente colonización europea y algunas colonias claves. En 1914, tres cuartas partes de la inversión exterior británica fueron hacia Estados Unidos, Australia, Argentina, Sudáfrica e India.

Junto con vasta la circulación de bienes y capitales, millones de personas se trasladaron a las regiones más dinámicas del Nuevo Mundo abandonando las zonas más pobres de Europa y Asia. En la primera década del siglo XX los inmigrantes representaban el 13% de la población de Canadá, el 6% de la de Estados Unidos y el 43% de la Argentina. Para los trabajadores no cualificados de los centros que recibían inmigrantes, la llegada de los extranjeros significó salarios más bajos. La tendencia hacia la baja de los salarios de la mano de obra no calificada junto con las diferencias religiosas, étnicas entre los grupos de diferente origen alentaron las divisiones entre los trabajadores. En Australia y Estados Unidos, los sindicatos apoyaron las restricciones a la inmigración y los más afectados fueron los inmigrantes procedentes de Japón y China.

Gran Bretaña fue el centro organizador de esta economía cada vez más global. Aunque su supremacía industrial había menguado, sus servicios como transportista, junto con su papel como agente de seguros e intermediario en el sistema de pagos mundial se hicieron más indispensables que nunca. El papel hegemónico de la principal potencia colonial se basó en la influencia dominante de sus instituciones comerciales y financieras y en la coherencia entre su política económica nacional y las condiciones requeridas por la integración económica mundial.

La primacía del mercado mundial fue posibilitada por los avances en las tecnologías del transporte y las comunicaciones: el ferrocarril, las turbinas de vapor que incrementaron la velocidad de los nuevos buques, la telegrafía a escala mundial y el teléfono. En el pasado, con un comercio exterior caro e inseguro no había aliciente para participar en el mismo, en cambio con el abaratamiento del mismo, la autarquía perdió terreno. Europa inundó al mundo con sus productos manufacturados y se vio a la vez inundada de productos agrícolas y materias primas provenientes de sus colonias o de los Estados soberanos, pero no industrializados, como los de América Latina.


Imagen 2 LE GARE SAINT-LAZARE

 OBRA DEL PINTOR IMPRESIONISTA CLAUDE MONET (1840-1926)


La integración de las distintas economías nacionales se concretó a través de la especialización. Cada región se dedicó a producir aquello para lo cual estaba mejor dotada: los países desarrollados, los bienes industriales, los que contaban con recursos naturales, alimentos y materias primas. El patrón oro aseguró que los intercambios comerciales y los movimientos de capital tuvieran un referente monetario seguro y estable. Fue más importante para las finanzas internacionales que para el comercio. La adhesión de los Estados al patrón oro les facilitaba el acceso al capital y a los mercados exteriores. Pero al mismo tiempo, desde la perspectiva de las economías nacionales, impedía que los gobiernos interviniesen en la regulación del ciclo económico. Con la aceptación del patrón oro se renunciaba a la posibilidad de devaluar la moneda para mejorar la posición competitiva de los productos nacionales, los gobiernos no podían imprimir dinero ni reducir los tipos de interés para inyectar estímulos a la inversión y para aliviar el desempleo en momentos de recesión. La evolución de la economía nacional quedaba atada a la preservación de la confiabilidad ganada por la moneda en el escenario internacional.

En Gran Bretaña, los grupos financieros y las firmas vinculadas al comercio mundial impusieron su visión internacionalista que subordinó la marcha de la economía nacional a la preservación de una moneda estable respaldada por el oro. En los países subdesarrollados, los grupos de poder que dominaban el sector primario ­los, terratenientes y los propietarios de minas­, oscilaron entre el apoyo a la rigidez del oro y la desvinculación que posibilitaba la devaluación cuando los precios de sus productos descendían en el mercado mundial. La mayoría de los países exportadores de productos agrícolas y mineros sólo se ataron al oro en forma intermitente. En Estados Unidos que se mantuvo vinculado al oro, las dos opciones chocaron con fuerza ya que era un país integrado por regiones con intereses en tensión. Los agricultores, ganaderos y mineros, afectados por la competencia con productores de países con monedas devaluadas, fueron la base de apoyo del movimiento populista que en los años noventa defendió el retorno a la plata. Esta vía, según los populistas, liberaría al país del plan concebido por los banqueros, inversores y comerciantes extranjeros.

El orden basado en el patrón oro, de hecho era gestionado por el Banco de Inglaterra y vigilado por la Armada británica. Cuando algún país deudor se quedaba sin oro o plata y suspendía el pago de sus deudas, los casos de Egipto o Túnez, por ejemplo, podía perder territorios o incluso la independencia a manos de las potencias occidentales.

En el capitalismo de laissez-faire que fue positivo para el crecimiento económico global hubo algunos ganadores y muchos perdedores. Se beneficiaron figuras vinculadas con distintas actividades y localizadas en diferentes zonas del mundo: los banqueros de Londres, los fabricantes alemanes, los ganaderos argentinos, los productores de arroz indochinos. Lo que los unía era el hecho de haberse dedicado a una actividad altamente competitiva en el mercado mundial y en consecuencia no deseaban que la intervención del Estado afectara el funcionamiento del mercado. Este sistema exigió enormes sacrificios a quienes no podían competir en el mercado internacional. Los agricultores de los países industriales y los industriales de los países agrícolas querían protección. Los más pobres y débiles, junto con los menos eficientes tanto en las actividades agrarias como en la industria presionaron sobre los gobiernos para que aliviasen su situación.

Sólo Gran Bretaña y los Países Bajos adoptaron acabadamente el libre comercio. En Estados Unidos, aunque los proteccionistas tuvieron un peso destacado no asumieron planteos extremos, si bien defendían la preservación del mercado interno para los productores agrarios e industriales nacionales, al mismo tiempo reconocían las ventajas de colocar la producción estadounidense en el exterior y de que el país recibiera inversiones. La mayor parte los países fueron más o menos proteccionistas.

El movimiento obrero se mostró ambiguo en el debate sobre proteccionismo y libre cambio. Como consumidores podían verse favorecidos por el libre comercio si los precios de los alimentos importados eran menores que los locales, por otro lado, no necesariamente las importaciones reducían la oferta de trabajo, esto dependía de la actividad a que estuvieran ligados los trabajadores. La principal preocupación de los obreros era el desempleo y la baja de los salarios derivada del mismo. En este sentido, la mayor amenaza procedía de un patrón oro rígido que al aceptar las recesiones como una consecuencia normal del ciclo económico, impedía a los gobiernos a tomar medidas para evitar no sólo la desocupación sino también la miseria que iba asociada a la falta de trabajo. A medida que el movimiento obrero se afianzó, se hizo cada vez más difícil que los trabajadores aceptaran que sus condiciones de vida quedasen sujetas a los movimientos del mercado mundial. El conflicto social no podía controlarse sólo a través de la represión y los gobiernos tuvieron que reconocer que el liberalismo ortodoxo obstaculizaba sus posibilidades de ganar apoyos en un electorado que incluía cada vez más a los miembros del mundo del trabajo. En la era del imperialismo, algunos gobiernos, mucho de ellos conservadores, exploraron las posibilidades de medidas relacionadas con el bienestar social.


Acciones de Documento