FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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II. La belle époque y el capitalismo global

Hacia el capitalismo global


La revolución industrial tuvo lugar en Inglaterra a fines del siglo XVIII, a mediados del siglo XIX se habían incorporado Alemania, Francia, Estados Unidos, Bélgica y a partir de los años noventa se sumaron los países escandinavos, Holanda, norte de Italia, Rusia y Japón. En el último cuarto del siglo XIX la base geográfica del sector industrial se amplió, su organización sufrió modificaciones decisivas y al calor de ambos procesos, cambiaron las relaciones de fuerza entre los principales Estados europeos, al mismo tiempo que se afianzaban dos Estados extraeuropeos, Estados Unidos y Japón.


Las fases de la revolución industrial










La industria británica perdió vigor y Alemania con Estados Unidos pasaron a ser los motores industriales del mundo. En 1870 la producción de acero de Gran Bretaña era mayor que la de Estados Unidos y Alemania juntas, en 1913 estos dos países producían seis veces más que el Reino Unido.

Las experiencias de Rusia y Japón fueron especialmente espectaculares. Ambos iniciaron su rápida industrialización partiendo de economías agrarias atrasadas, casi feudales. En el impulso hacia la industria, sus gobiernos desempeñaron un papel clave promoviendo la creación de la infraestructura, atrayendo inversiones y subordinando el consumo interno a las exigencias del desarrollo de la industria pesada. En el caso de Rusia, las industrias altamente avanzadas coexistieron con una agricultura premoderna. En Japón el crecimiento económico fue más equilibrado. Los nuevos países de rápida industrialización tenían la ventaja de que al llegar más tarde pudieron empezar con plantas y equipos más modernos, es decir podían copiar tecnologías salteando pasos, al mismo tiempo, podían atraer a los capitales ya acumulados que buscaban dónde invertir, el capital francés por ejemplo, tuvo un papel destacado en el crecimiento de la industria rusa.

En Europa del sur el proceso de industrialización modificó más fragmentariamente las estructuras vigentes fue especialmente débil en España y Portugal mientras que en Italia la industria renovó a fondo la economía del norte, pero se ahondó la fractura entre el norte industrial y el sur agrario.

A pesar que entre 1880 y 1914 la industrialización se extendió con diferentes ritmos y a través de procesos singulares, las distintas economías nacionales se insertaron cada vez más en la economía mundial. El mercado mundial influyó sobre el rumbo económico de las naciones en un grado desconocido hasta entonces. El amplio sistema de comercio multilateral hizo posible el significativo crecimiento de la productividad de 1880 a 1914. Simultáneamente se profundizó la brecha entre los países industrializados y las vastas regiones del mundo sometidas a su dominación.

En la era del imperialismo, la economía atravesó dos etapas: la gran depresión (1873-1895) y la Belle Époque hasta la Gran Guerra. La crisis fue en gran medida la consecuencia no deseada del exitoso crecimiento económico de las décadas de 1850 y 1860, la primera edad dorada del capitalismo.

Los éxitos del capitalismo liberal a partir de mediados del siglo XIX desembocaron en la intensificación de la competencia tanto entre industrias que crecieron más rápidamente que el mercado de consumo, como entre los Estados nacionales cuyo prestigio y poder quedaron fuertemente asociados a la suerte de la industria nacional. El crecimiento económico fue cada vez más de la mano con la lucha económica que servía para separar a los fuertes de los débiles y para favorecer a los nuevos países a expensas de los viejos. En cierto sentido, con el frenazo del crecimiento económico impuesto por la crisis, el optimismo sobre el progreso indefinido se tiñó de incertidumbres, con los cambios asociados al progreso se hizo evidente también que no había posiciones acabadamente seguras ya que la crisis capitalista no sólo golpeaba a los más débiles también provocaba la bancarrota de los que creían pisar terreno firme. Así como era posible un vertiginoso ascenso de grupos económicos y de los hombres que los promovían, el caso de Cecil Rodhes artífice del imperio británico en el sur de África, también era factible perder posiciones como les ocurría a los industriales ingleses frente a los alemanes o los estadounidenses. nota

La gran depresión no fue un colapso económico sino un declive continuo y gradual de los precios mundiales. En el marco de la deflación, derivada de una competencia que inducía a la baja de los precios, las ganancias disminuyeron. Las reducciones de precio no fueron uniformes. Los descensos más pronunciados se concretaron en los productos agrícolas y mineros suscitando protestas sociales en las regiones agrícolas y mineras.

Frente a la caída de los beneficios, tanto los gobiernos como los grupos sociales afectados buscaron, sin planes acabados, rumbos alternativos. En el marco de la crisis y en relación con el afianzamiento de nuevos industriales y de nuevos países interesados en el desarrollo de la industria ganó terreno el proteccionismo. Además, en el afán de reducir la competencia se avanzó hacia la concentración de los capitales y surgieron los acuerdos destinados a reducir el impacto de la competencia a través de diferentes modalidades: oligopolios, carteles, holdings. Una tercera innovación, explorada centralmente en Estados Unidos, fue la gestión científica del trabajo que incrementaría la productividad y debilitaría el poder de los sindicatos que defendían el valor de la fuerza de trabajo de los obreros calificados.nota Por último, un conjunto de Estados nacionales y grandes grupos económicos se lanzaron al reparto del mundo en pos de mercados, fuentes de materias primas y nuevas áreas donde invertir los capitales.

Desde mediados de los años noventa los precios comenzaron a subir y con ellos los beneficios. El impulso básico para este repunte provino de la existencia de un mercado de consumo en expansión conformado por las poblaciones urbanas de las principales potencias industriales y de las regiones en vías de industrialización. En la belle époque el mundo entró en una etapa de crecimiento económico y creciente integración.


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