FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Las democracias del sur: Italia y Francia

III. Los años dorados en el capitalismo central


Luego de la destitución de Mussolini y la firma del armisticio con los aliados, Italia quedó dividida en tres zonas. En el norte se instaló el gobierno títere de Mussolini, la República Social Italiana de Saló, que dependía de Hitler. El centro, donde las autoridades italianas apenas tenían autoridad, fue escenario de la guerra entre aliados y alemanes. El gobierno encabezado por Pietro Badoglio se estableció en el sur bajo el control militar anglonorteamericano.

En 1944, tras la liberación de Roma, el Comité de Liberación Nacional de Italia solicitó la sustitución de Badoglio como presidente del Gobierno por haber estado íntimamente ligado con el régimen fascista. Fue reemplazado por Ivanoe Bonomi, que ya había ocupado dicho cargo entre 1921 y 1922. Los partidos de la Resistencia, entre los que se destacaba la gravitación de la izquierda, exigían la abdicación del rey y la formación de un gobierno democrático. Finalmente, se sumaron a un gobierno de coalición integrado por la Democracia Cristiana, los liberales, los socialistas y los comunistas. En esta decisión jugó un papel destacado el dirigente comunista Palmiro Togliatti, que había regresado de su exilio en Moscú con directivas en el sentido de favorecer la concreción de políticas de compromiso. fuente Se aceptó dejar pendiente hasta después de la guerra el destino de la monarquía. Simultáneamente, el rey Víctor Manuel se comprometió a abdicar en favor de su hijo.

Se definieron dos grandes campos: por una parte, los socialistas, los miembros del Partido de Acción y los comunistas, que impulsaban cambios significativos en el orden político y social; por otra, los liberales y los demócratas cristianos, para quienes las opciones de la izquierda eran demasiado radicalizadas. La tensión entre ambas concepciones se hizo evidente durante la gestión del socialista Bonomi (junio 1944-junio 1945) y especialmente en la del dirigente del Partido de Acción, Ferruccio Parri (junio 1945-diciembre 1945). Este fue el período en el que las fuerzas de izquierda tuvieron mayor peso en el seno del gobierno. Impulsaron la depuración del personal de la administración estatal, una política tributaria progresista y la ampliación de los derechos de cogestión de los sindicatos dentro de las fábricas. Ante la resistencia de las fuerzas políticas moderadas y un escaso apoyo por parte de comunistas y socialistas, Parri renunció.

A partir de la elección del democristiano Alcide Gasperi como jefe de Gobierno a fines de 1945 se inició el período de definido afianzamiento del bloque moderado. De Gasperi puso fin a la campaña de depuración política con la sustitución de los prefectos nombrados por los Comités de Liberación Nacional por funcionarios de carrera de la época del fascismo. Al mismo tiempo adoptó una política económica de corte liberal y se alineó a favor de la doctrina Truman. Los comunistas y los socialistas condenaron la política de contención de Estados Unidos, y a finales de mayo de 1947 ambos partidos abandonaron el gobierno.

En el campo de la derecha, el comediógrafo y periodista Giugliemo Giannini tuvo la exitosa idea de recoger el descontento de los electores conformistas y moderados de la clase media. A fines de 1944 apareció el periódico semanal Fronte dell'Uomo qualunque  para “reflejar las ideas del hombre común”. En febrero de 1946, el movimiento L’Uomo Qualunque reunió un conglomerado heterogéneo de fascistas, monárquicos, conservadores y apolíticos que sostenían la reconciliación nacional junto al olvido del pasado, la lucha contra el comunismo, la crítica al gran capital, la defensa de la libre empresa y la no ingerencia del Estado en la vida social.

A partir de un diagnóstico radicalmente negativo de lo que la “clase política” había aportado al país, Giannini postulaba la necesidad de sustituir a los políticos por técnicos y de “reducir al Estado a la función más simple y elemental, que es la de administrar el país”.

Con estos argumentos y el carisma de un hombre de teatro capaz de despertar el humor en una Italia devastada, L’Uomo qualunque consiguió más de un millón de votos y treinta diputados en las elecciones constituyentes del 2 de junio de 1946. El partido que ponía en cuestión el sentido mismo de los partidos había logrado unir a miles de voces: la de aquellos desconcertados por la derrota y las de los conformistas que habían consentido, si no auspiciado, dos décadas de fascismo. Sin embargo, la velocidad del ascenso fue pareja al ímpetu de la caída. En apenas dos años el movimiento desapareció absorbido en las filas de la Democracia Cristiana.

En diciembre de 1946, varias organizaciones que reunían a los supervivientes de la República de Salo decidieron unirse en un partido político, el Movimiento Social Italiano. Aunque fue denunciado como reconstrucción del partido fascista, su ideología se ha orientado más hacia el nacionalismo derechista de la antigua Asociación Nacionalista Italiana y evitado así ser sanciondo por las autoridades. Desde 1953, el MSI ha conseguido obtener entre el 5 y 6% de los votos, lo suficiente para contar con una presencia parlamentaria regular. Es el único caso europeo en que la derecha radical consiguió una presencia continua desde el fin de la guerra.

Sus definiciones como anticomunista, proatlantista, católico y proautoritario le granjearon la adhesión de un sector conservador distante de la Democracia Cristiana. La conducción de Arturo Michelini en 1950 profundizó el mensaje conservador en desmedro de los principios neofascista. Esta búsqueda de mayor moderación causó numerosas escisiones en su sector juvenil que criticó la falta de radicalismo y de sentido revolucionario. Entre las más destacadas estuvieron: Orden Nuevo, desde 1956 hasta que fue prohibido en 1974, y Vanguardia Nacional en 1960, también prohibida por las autoridades en 1976.

A pesar de las escisiones, el Movimiento Social Italiano consiguió mantener un electorado fiel a un nacionalismo derechista y al mismo tiempo con destacados contrastes. En el norte, convocó un electorado neofascista, más revolucionario, urbano y con presencia de trabajadores industriales, mientras que en el sur, su fuerza dependió de los grupos rurales conservadores. La unión de estas dos corrientes ha signado de choques y controversias a este partido.

En la consolidación del bloque conducido por la Democracia Cristiana se combinaron una serie de factores: el apoyo económico brindado por Estados Unidos, la posición del Vaticano abiertamente contraria a las fuerzas de izquierda, junto con el apoyo del electorado de las regiones del centro y sur de Italia. La división de las fuerzas políticas en dos sectores se correspondió en cierta medida con la fractura de la sociedad italiana. Los partidos de izquierda solo eran apoyados por la mayoría de la población en las regiones del norte, donde habían conducido la lucha contra las tropas alemanas y sus aliados fascistas. En el centro y en el sur el orden social y político tradicional había sido menos afectado. Su población mayoritariamente campesina y conservadora no había vivido la experiencia de la resistencia y se mostró escéptica frente a las propuestas de la izquierda. La ocupación militar aliada desplegó toda su influencia para limitar la presencia de las fuerzas de la resistencia en los cargos de conducción política.

No obstante, no se pudo impedir la caída de la dinastía de Saboya. En 1946, en el referéndum para decidir entre la monarquía o la república, el 54 % del electorado se pronunció a favor de esta última.




La Democracia Cristiana se erigió como el partido más fuerte a partir de las elecciones de junio de 1946 para la Asamblea Constituyente, que aprobó la nueva Constitución a fines del año siguiente. Estas fueron las primeras elecciones sobre la base de un verdadero sufragio universal, y confirmaron lo que se venía manifestando desde 1945: el progresivo afianzamiento de las fuerzas moderadas y la polarización de la política de partidos en un campo católico y conservador, y otro socialista y comunista.

En relación con su posición en el plano internacional el gobierno italiano se alineó claramente en el bloque atlántico. En febrero de 1947 aceptó firmar el Tratado de París, a través del cual Italia tuvo que hacerse cargo de su papel de aliada de la Alemania nazi y abandonar las colonias africanas y el Dodecaneso, en Asia Menor. En 1949 fue uno de los miembros fundadores del Tratado del Atlántico Norte, y en 1957 ingresó en la Comunidad Económica Europea.

En 1948 entró en vigencia la nueva Constitución, según la cual el presidente de la república, elegido cada siete años, es el jefe del Estado, y el primer ministro es el jefe de Gobierno. Este último, designado por el presidente, debía contar con el respaldo del Parlamento bicameral. Las elecciones legislativas se efectuarían cada cinco años; desde la primera, en 1948, hasta el 2006 se constituyeron quince legislaturas y en ese mismo lapso de tiempo se formaron cincuenta y seis gobiernos, en virtud de las recurrentes crisis ministeriales. No obstante, hubo solo veinticuatro jefes de gobierno, ya que siempre se volvía a los mismos hombres para ocupar dicho cargo.

En las elecciones legislativas de abril de 1948, la Democracia Cristiana confirmó su predominio al obtener el 48 % de los votos, mientras que los partidos del frente popular solo recogieron el 31 %. El partido mayoritario decidió gobernar apoyándose en una coalición de centro integrada por los republicanos, los liberales y los socialdemócratas. Italia quedó dividida en dos bandos, apareciendo como imposible el acceso al gobierno de los comunistas y sus aliados socialistas. Italia es una democracia especial, por cuanto descarta lo que es posible en otras democracias occidentales, esto es, que la oposición tenga la oportunidad de acceder al gobierno. En este país se impuso una especie de veto, sin la prohibición de que interviniese en las elecciones, al Partido Comunista, sobre la base de que su acceso al poder significaría la derrota de la democracia misma. Esto fue posible, en parte, por la división de los socialistas, en parte debido a los “favores” instrumentados desde el gobierno hacia amplios sectores de la población a través de una corrupción cada vez más extendida, y también en virtud de la decidida presión de los gobiernos de Estados Unidos a favor de la continuidad de la Democracia Cristiana.

A partir de la renovación de la Legislatura en 1953, se puso en evidencia la fragilidad del sistema político basado en la firme decisión de mantener a la izquierda al margen del gobierno. La Democracia Cristiana, aunque continuó ostentando el mayor porcentaje de los votos (alrededor del 40 %, junto con sus compañeros de coalición) dispuso de una exigua mayoría en las Cámaras, que derivó en la inestabilidad de los gabinetes: hasta 1958 se formaron seis gobiernos. A fin de poder gobernar sin el concurso de socialistas y comunistas, los gobiernos minoritarios de la Democracia Cristiana dependían del apoyo de monárquicos y neofascistas. Un sector de la dirigencia demócrata cristiana propició la revisión de la política de alianzas encarada hasta el momento a través de la búsqueda de acuerdos con el socialismo.

Simultáneamente, la corriente liderada por Pietro Nenni en el Partido Socialista replanteó su unidad con los comunistas. Para este sector, la política frentepopulista, según se había puesto de manifiesto en las elecciones de 1948 y 1953, conducía a un callejón sin salida. Este viraje fue alentado por los cambios operados en el ámbito comunista. En 1956 el informe presentado por Krushev y el ingreso de los tanques soviéticos en Hungría ofrecieron a Nenni argumentos para fundamentar la idea del socialismo democrático y del diálogo con la Democracia Cristiana. Su posición logró imponerse en el Congreso de Venecia, de 1957.

En el Vaticano, que se opuso durante mucho tiempo a la apertura hacia la izquierda, también se produjo un giro. A la muerte de Pío XII en1958 le sucedieron Juan XXIII (1958-63) y Pablo VI (1963-78), quienes propiciaron reformas destinadas a conferir un mayor papel a la Iglesia respecto de los problemas sociales, y una mayor apertura hacia otras corrientes de pensamiento. Estas reorientaciones favorecieron el acercamiento entre la Democracia Cristiana y un sector del socialismo.

Debido a la existencia de grupos socialistas y demócratas cristianos que rechazaban el nuevo camino, recién en 1963 se formó el primer gobierno de centro izquierda, presidido por Aldo Moro y con Pietro Nenni como vicepresidente del Consejo. Los socialistas que mantuvieron la unidad con los comunistas formaron el Partido Socialista de Unidad Proletaria.

El rol desempeñado por el socialismo en el sistema de partidos italianos permite caracterizarlo con su caudal de votos cercano al 10 % del electorado como un “partido intermedio”, es decir como un clásico partido de coalición; como escribió el filósofo Norberto Bobbio, “un partido suficiente, pero no autosuficiente”, que en cada coalición tiene siempre que jugar el rol de partido subordinado.

La nueva coalición se pronunció a favor de una política de reformas: nacionalización de la red eléctrica, planificación estatal de la economía, eliminación del sistema de arrendamiento feudal. Las coaliciones de centro-izquierda siguieron siendo inestables.

 

PIETRO NENNI









PIETRO NENNI Y ALDO MORO EN 1963  )










(PIETRO NENNI (IZQUIERDA), DIRIGENTE DEL PSI DURANTE LA DÉCADA DE 1920, FUE COMISARIO POLÍTICO EN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y PARTICIPÓ COMO PARTISANO EN LA LUCHA CONTRA EL FASCISMO EN LAS BRIGADAS GARIBALDI.

JUNTO CON SANDRO PERTINI, GIUSEPPE SARAGAT Y LELIO BASSO LOGRARON UNIFICAR A LOS SOCIALISTAS ITALIANOS EN EL PARTIDO SOCIALISTA ITALIANO DE UNIDAD PROLETARIA, QUE FAVORECIÓ INICIALMENTE UNA RELACIÓN ESTRECHA CON LOS COMUNISTAS. ESTA OPCIÓN A FAVOR DEL “FRENTE” DIVIDIÓ A LOS SOCIALISTAS Y EN 1947 GIUSEPPE SARAGAT SE PUSO AL FRENTE DEL PARTIDO SOCIALISTA DEMOCRÁTICO ITALIANO. EN LAS CRUCIALES ELECCIONES DE 1948 LOS SOCIALISTAS, DIRIGIDOS POR NENNI, PARTICIPARON DEL FRENTE DEMOCRÁTICO POPULAR, LA COALICIÓN DE IZQUIERDAS CON LOS COMUNISTAS DE TOGLIATTI, QUE OBTUVO POCO MÁS DEL 30 % DE LOS VOTOS.

NENNI FUE DIPUTADO EN NUMEROSAS LEGISLATURAS Y VICEPRESIDENTE DEL GOBIERNO CON ALDO MORO; EN 1970 FUE DESIGNADO SENADOR VITALICIO.


Los comunistas presentaron una enconada oposición al gobierno de centro-izquierda. En su larga marcha hacia la hegemonía social, contaron con éxitos administrativos y político-económicos a nivel regional, en las llamadas “regiones rojas”: Emilia-Romagna, Toscana, Marche, Umbría, que fueron zonas de Italia con una administración eficiente y con niveles de vida entre los mejores del país.


regiones de italia







REGIONES DE ITALIA









El Partido Comunista buscó concretar una política económica planificada y una reforma social en la cual la ampliación del sector estatal debía combinarse con una política salarial coordinada por organismos del Estado, para que el nivel de remuneraciones se elevase en forma acorde con el incremento de la productividad. En el movimiento sindical contaron con el apoyo de la Confederación General Italiana de los Trabajadores (CGIL), mientras que la cristiana Confederación Italiana de Sindicatos de Trabajadores (CISL) y la socialista/republicana Unión Italiana de Trabajadores (UIL) apoyaron la política económica del gobierno Moro-Nenni.

En Italia no prosperó la vía socialdemócrata del norte. Para llegar a un escenario similar al de Suecia, por ejemplo, en el sentido de un compromiso entre socialismo y economía de mercado, faltaron las condiciones económicas, es decir, la tasa de crecimiento capitalista que pudiera financiar un Estado de bienestar socialdemócrata. Pero básicamente careció de los requisitos políticos, entre los que se cuenta la existencia de un movimiento sindical unido y un alto grado de representatividad de la clase obrera. En Italia hubo tres conducciones, las ya mencionadas comunista-socialista (CGIL), la cristiana (CISL) y la socialista-republicana (UIL).

No obstante, el Partido Comunista encaró un proceso de “socialdemocratización” a través de su fundamental reconocimiento de la democracia parlamentaria, del pluralismo político, del rechazo del modelo centralista de economía planificada. Después de la guerra se desprendió del modelo leninista de partido de cuadros y empezó a transformarse en un “nuevo partido” que no pretende destruir las instituciones, sino que, apoyado por una amplia movilización social, se propone aprovecharlas para llevar a la práctica el principio democrático mediante reformas estructurales que no anulan el mercado.

Al margen de la reiterada renovación de los gabinetes, el país vivió un “milagro económico”. Después de Alemania, el índice de crecimiento del PIB italiano en los años cincuenta fue el más alto de Europa. Desde 1949 hasta 1963 la tasa de crecimiento anual trepó al 6 %. En la industria, el incremento de la producción fue de un 8 % anual. La más beneficiada fue la petroquímica, instalada en la llanura del Po. El desarrollo industrial contó con ayudas económicas provenientes del Plan Marshall, que fueron utilizadas para la compra de materias primas y la renovación del equipamiento. En ese proceso, el Estado asumió un papel destacado a través de las organizaciones económicas instauradas por el fascismo. El Instituto para la Reconstrucción Italiana, creado en 1933, desempeñó un papel importante en la reconversión de la producción de guerra en producción de paz. El aumento de la capacidad productiva de la industria se debió también al rápido descenso de la influencia de los sindicatos en las empresas después de la división del movimiento sindical en 1948.

El crecimiento de la producción industrial contó con una abundante reserva de fuerza de trabajo proveniente de las zonas agrarias. La tasa de desempleo se mantuvo elevada a lo largo de toda la década del cincuenta, oscilando alrededor del 10%. Italia continuó siendo una sociedad signada por fuertes contrastes. Junto con la profundización de la industrialización coexistía una agricultura atrasada, a la que se hallaba vinculada el 40 % de la población. El sur no solo no se vio afectado por el proceso de industrialización sino que reprodujo una agricultura menos productiva que la del norte. La tasa de desempleo era allí mucho más elevada que en el conjunto del país. Entre los años 1952 y 1962 se duplicó el ingreso promedio de los italianos como fruto del desarrollo de la industria, que pasó a ocupar al 38 % de la mano de obra italiana. Al mismo tiempo la agricultura bajó 11 % su nivel de ocupación, produciendo migraciones del campo a la ciudad y del sur hacia el norte.

A fin de cerrar la brecha entre ambas zonas se impulsó un plan de inversiones a través de la creación de la Caja del Sur. Este organismo fue dotado de capitales aportados por el Estado e instituciones financieras extranjeras. Además, se buscó atraer la inversión de capitales privados a través de la concesión de ventajas fiscales. Al mismo tiempo se puso en marcha una tímida reforma agraria a través de la expropiación de 70.000 ha, que fueron repartidas entre 10.000 familias, una escasa minoría en relación con los casi 6 millones de trabajadores del campo. La alternativa al paro fue, centralmente, la posibilidad de emigrar tanto hacia el norte de Italia, que crecía aceleradamente, como hacia la Europa septentrional, en especial a Alemania. El triángulo industrial conformado por Milán, Turín y Génova concentró a millones de personas que empezaron a hacinarse y a vivir en condiciones inferiores a las que predominaban en el resto de Europa.

En París, a principios de setiembre de1944, se constituyó el gobierno provisional de la República Francesa dirigido por Charles de Gaulle e integrado por todas las fuerzas políticas que habían intervenido en el movimiento de resistencia. Fue reconocido por los aliados al mes siguiente, y su existencia se prolongó hasta 1947 cuando fueron elegidas las autoridades según las disposiciones de una nueva Constitución que dio paso a la IV República.

Rápidamente el gobierno provisional encaró una serie de reformas sociales y económicas a través de las cuales se procuraba resguardar la situación de los sectores más débiles y se propiciaba la recuperación económica, confiriendo un destacado papel al Estado.

Francia, como Italia, se caracterizó por la inestabilidad de sus gobiernos. También compartieron el hecho de que aunque los comunistas, a partir de 1947, dejaron de integrar los gobiernos y pasaron al llano como partidos opositores, continuaron siendo fuerzas políticas consistentes que recibían entre el 20 % y el 25 % de los votos con una fuerte inserción en el movimiento sindical.

Después de la Liberación, en el escenario político francés coexistieron tres principales fuerzas políticas: los comunistas, los socialistas nucleados en la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO)–, y el Movimiento Republicano Popular (MRP), partido de orientación católica y reformista fundado en 1944.

En el álgido debate en torno al nuevo texto constitucional se definieron dos posiciones inconciliables: la de la mayor parte de los partidos, que defendieron la asignación de un papel central al Parlamento y a los partidos que ocupaban sus bancas, y la del general De Gaulle que abogó a favor de un sistema presidencialista fuerte, relativamente independiente del Poder Legislativo. Tal postura se fundaba en su evaluación negativa del papel asumido por los partidos políticos durante la III República. Ante la derrota de esta propuesta renunció a su cargo en enero de 1946.

A lo largo de su breve trayectoria, las tensiones entre las tres fuerzas que constituyeron el gobierno provisional (el PCF, el SFIO y el MRP) dieron lugar a una fuerte inestabilidad institucional, expresada en la sucesión de cuatro gabinetes a lo largo de un año y medio. La coalición tripartita se rompió a los pocos meses. La expulsión de los comunistas fue dispuesta por el jefe de Gobierno en virtud de la oposición de los mismos a la política económica, especialmente en relación con el establecimiento de topes salariales en un contexto signado por la inflación. En la exclusión de los comunistas desempeñó un papel clave el agudizamiento del enfrentamiento entre Washington y Moscú, con la consiguiente emergencia de la Guerra Fría.

A lo largo de la IV República tuvo una corta vida: en 1958 fue sustituida, con la aprobación de un nuevo marco institucional, por la V República, de la que De Gaulle se erigió como su máximo conductor subsistió la inestabilidad de los gobiernos: veintitrés gabinetes durante los doce años de su existencia. En este período, las dos principales fuerzas políticas opositoras fueron los comunistas y el Reagrupamiento del Pueblo Francés (RPF), que respondía al liderazgo de De Gaulle. Este partido, creado en 1947, postulaba la reforma constitucional a fin de contar con un poder ejecutivo fuerte, reducir el peso del comunismo y básicamente conferir al Estado francés un papel cada vez más protagónico en el plano internacional.

Los gobiernos de la IV República integrados por el MRP y la SFIO en alianza con los partidos menores de centro y derecha: socialistas radicales (liberal conservador y laico) y Unión Democrática y Socialista de la Resistencia se orientaron cada vez más hacia la derecha, y entre sus miembros se destacó la presencia de profundas divergencias, tanto entre los distintos partidos como entre las fracciones en el seno de estos.

Respecto de la reorganización de Europa en el marco de la Guerra Fría, la posición de la IV República fue oscilante. En 1950, el ministro René Pleven (de la Unión Democrática y Social de la Resistencia) propuso la creación de la Comunidad Europea de Defensa (CED), que implicaba la formación de un ejército europeo al que se sumarían contingentes alemanes y que sería dirigido por una Alta Autoridad supranacional y un Estado Mayor conjunto. Este plan coincidía con los reclamos de Estados Unidos en el sentido de permitir el rearme de Alemania. Finalmente, el proyecto –aceptado por los Estados Unidos y el resto de los países europeos– acabó siendo impugnado por el Parlamento francés. Los defensores de la CED destacaban su importancia como un paso hacia la unión política europea, iniciada a través de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Se opusieron a él, por distintas razones, los gaullistas, los comunistas, sectores de la SFIO y un grupo del MRP. Unos rechazaron el carácter supranacional de la nueva fuerza militar y otros denunciaron que esta consolidaba la hegemonía de Estados Unidos.

En el marco del derrumbe del imperio colonial, básicamente frente a la crisis provocada por el afán de independencia de los argelinos, De Gaulle volvió al frente del gobierno. No bien asumió como primer ministro en junio de 1958 elaboró, sin la convocatoria a una Asamblea Constituyente, un nuevo texto constitucional de carácter presidencialista que fue aprobado a través del referéndum realizado en setiembre de 1958.

De Gaulle tenía un claro objetivo: reposicionar a Francia como una potencia de primer nivel en el contexto internacional, capaz de elaborar una estrategia propia, en gran medida independiente respecto de Estados Unidos. Entre otras medidas en este sentido, buscó el diálogo directo con los gobiernos comunistas: reconoció el gobierno de Mao en 1964 y visitó la URSS en junio de 1966.

 

DE GAULLE Y BREZHNEV EN MOSCÚ





DE GAULLE Y BREZHNEV EN MOSCÚ







También en Francia se puso en marcha un proceso de profundización y renovación tecnológica de la industria nacional vía la planificación estatal, junto con una importante disminución del sector primario y la expansión de los servicios. En el marco de esta orientación se desarrollaron nuevas industrias –la química y la electrónica– al tiempo que se ponía de relieve el atraso y estancamiento de las actividades tradicionales: carbón, acero, textiles. La reforma de la economía significó también la transformación de la trama de relaciones sociales y culturales, que se haría evidente en mayo de 1968 cuando estudiantes universitarios cuestionaran, levantando barricadas, el orden jerárquico tradicional y los obreros concretaran la huelga más masiva de la historia francesa.


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