FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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I. La Primera Guerra Mundial

La Gran Guerra


Al mismo tiempo que los gobiernos convocaban a tomar las armas, multitudes patrióticas se reunían en Berlín y en Viena, en París y en San Petersburgo para declarar su voluntad de defender su nación fuente. Este fervor patriótico contribuyó a la prolongación de la guerra y dio cauce a hondos resentimientos cuando llegó el momento de acordar la paz. Sin embargo, estas concentraciones belicistas no expresaban al conjunto de las sociedades: hubo pronunciamientos y marchas contra la guerra, aunque tuvieron menos presencia en la prensa y ocuparon espacios más periféricos en las ciudades.

Entre los intelectuales, la exaltación patriótica también encontró una amplia acogida; los casos de abierto rechazo, como el de Romain Rolland en Francia o el de Bernard Shaw en Inglaterra fueron testimonios aislados. Entre los socialistas se impuso la defensa de la nación y el consenso patriótico. nota En cada país justificaron su adhesión a las "uniones sagradas" aludiendo a la defensa de altos valores: los alemanes a la preservación de la cultura europea y en pos de la liberación de los pueblos oprimidos por la tiranía zarista; los ingleses y franceses en defensa de la democracia contra el yugo prusiano.

La incorporación a la unión sagrada no fue una traición de la Segunda Internacional. Entre los trabajadores sindicalizados, la principal base social de los partidos socialistas, prevaleció el patriotismo sobre el internacionalismo. Sin embargo, desde fines de 1915, las uniones sagradas comenzaron a resquebrajarse. En el terreno político, se alzaron las voces de los dirigentes socialistas que, o bien dudaban de seguir apoyando el esfuerzo bélico vía la aprobación de los presupuestos de guerra en los parlamentos, o bien, como Lenin entre los más decididos, proponían la ruptura con la Segunda Internacional. En septiembre de 1915 en Zimmerwald  y en abril de 1916 en Kienthal –ambas ciudades suizas–se reunieron dos conferencias con el objetivo de reagrupar a las corrientes internacionalistas y contrarias a la guerra. Sin embargo, la mayoría de los participantes eran centristas y, si bien tomaban distancia de las posiciones más patriotas, no estaban dispuestos, como el ala de izquierda, a romper con la Internacional.

También desde 1916 se registraron las primeras protestas obreras, que crecieron en los años siguientes frente a la profunda distancia entre los sufrimientos y esfuerzos impuestos a los distintos grupos sociales para salvar a la patria. Entre 1917 y 1918, la oleada de movilizaciones dio lugar a la caída de los tres imperios europeos. Antes de llegar a la paz, los Romanov en Rusia, los Hohenzollern en Alemania y los Habsburgo en Austria-Hungría habían abandonado el trono.

Desde el Vaticano, no bien estalló el conflicto el papa Benedicto XV se pronunció sobre sus causas en la encíclica Ad beatissimi Apostolorum. El mal venía desde lejos, desde que se dejaron de aplicar "en el gobierno de los Estados la norma y las prácticas de la sabiduría cristiana, que garantizaban la estabilidad y la tranquilidad del orden". Ante la magnitud de los cambios en las ideas y en las costumbres, "si Dios no lo remedia pronto, parece ya inminente la destrucción de la sociedad humana". Los principales desórdenes que afectaban al mundo eran: "la ausencia de amor mutuo en la comunicación entre los hombres; el desprecio de la autoridad de los que gobiernan; la injusta lucha entre las diversas clases sociales; el ansia ardiente con que son apetecidos los bienes pasajeros y caducos". Si se deseaba realmente poner paz y orden había que restablecer los principios del cristianismo.

En los inicios de la Gran Guerra todos supusieron que el enemigo sería rápidamente derrotado. No obstante, en el sector occidental, la guerra de movimientos de los primeros meses, favorable a las potencias centrales, se agotó con la estabilización de los frentes y dio paso a la guerra de posiciones (1915-1916). Después de la batalla del Marne (1914), los ejércitos decidieron no retroceder aunque apenas pudieran avanzar. A un lado y otro de la línea de fuego se cavaron complejos sistemas de trincheras que resguardaban a las tropas del fuego enemigo. Millones de hombres en el frente occidental quedaron atrapados en el barro, inmersos en una horrenda carnicería.  En cambio en el este, las potencias centrales obtuvieron resonantes triunfos. La victoria germana en Tannenberg (1914) marcó lo que iba a ser la tónica general de la guerra en el frente oriental: el avance alemán y la desorganización rusa. Dos generales prusianos, héroes de guerra por su desempeño en este frente, Paul Ludwig von Hindenburg y Erich von Ludendorff, tendrían un papel protagónico en la política alemana de la posguerra, y la trayectoria de ambos se cruzaría con la de Hitler.

La Gran Guerra fue un evento de carácter global. La tragedia no solo afectó a los combatientes, sino al conjunto de la población de los países envueltos en el conflicto. Toda la población fue movilizada y la economía fue puesta al servicio de la guerra. La organización de la empresa bélica confirió un papel protagónico al Estado. Los gobiernos no dudaron en abandonar los principios básicos de la ortodoxia económica liberal, sus decisiones recortaron la amplia libertad de los empresarios y la política tomó el puesto de mando. En Gran Bretaña, el primer ministro Lloyd George creó un gabinete de guerra, nacionalizó temporalmente ferrocarriles, minas de carbón y la marina mercante, e impuso el racionamiento del consumo de carne, azúcar, mantequilla y huevos. En Alemania, la economía de guerra planificada fue aún más drástica. En 1914 fue creado el Departamento de Materias Primas, que integró todas las minas y fábricas. Sus dueños mantuvieron el control de las mismas, pero se sometieron a los objetivos fijados por el gobierno. También aquí se decretó el racionamiento de los alimentos. fuente


bombardeo








POBLACIÓN CIVIL EN EL NORTE DE FRANCIA







DESPUÉS DE LOS BOMBARDEOS DEL 10 Y 11 DE SETIEMBRE DE 1917


En 1917 se produjeron dos hechos claves: la Revolución Rusa y la entrada de Estados Unidos en la guerra. La caída de la autocracia zarista, en lugar de dar paso a un orden liberal democrático, como supusieron gran parte de los actores del período, desembocó en la toma del poder por los bolcheviques liderados por Lenin en octubre de ese año. La paz inmediata fue la principal consigna de los revolucionarios rusos para ganar la adhesión de los obreros y avanzar hacia la revolución mundial. El gobierno soviético abandonó la lucha y en marzo de 1918 firmó con Alemania la paz de Brest-Litovsk. nota

No bien estalló la guerra, el presidente estadounidense Woodrow Wilson proclamó la neutralidad de su país, sin duda la opción más afín con la de la mayoría de la opinión pública de su país. Pero dado el peso internacional de Estados Unidos, la neutralidad era insostenible. La economía norteamericana estaba fuertemente vinculada a la de los aliados occidentales y el conflicto reforzó esos vínculos: se multiplicaron los intercambios comerciales, y los empréstitos de los bancos norteamericanos a los gobiernos de Europa occidental llegaron en 1917 a varios billones de dólares. Además, la guerra submarina puesta en marcha por los alemanes provocó el hundimiento de barcos estadounidenses, en los que perdieron la vida numerosos ciudadanos. Estos ataques conmocionaron a la opinión pública, y eso predispuso al país contra Alemania.

Aunque los alemanes, después de Brest-Litovsk, pudieron concentrar todas sus fuerzas en el frente occidental, el agotamiento de sus hombres y recursos y la llegada de las tropas norteamericanas resolvieron la guerra a favor de la Entente. Con el desmoronamiento de los imperios centrales, los gobiernos provisionales pidieron el armisticio en 1918. Al año siguiente, los vencedores, Estados Unidos, Francia, Italia y Gran Bretaña, se reunían en Versalles para imponer los tratados de paz a los países que fueron considerados como culpables de la Gran Guerra.


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