FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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I. La Primera Guerra Mundial

Del concierto europeo al sistema de alianzas

 

A lo largo de un proceso que arranca en el siglo XVII y se afianza con la derrota de Napoleón, cada uno de los principales Estados europeos reconoció la autonomía jurídica y la integridad territorial de los otros. Las potencias centrales decidieron contribuir a la constitución de un orden internacional basado en el principio de la soberanía estatal y en el equilibrio de poderes para regular sus mutuas relaciones. Con el sistema de congresos, Gran Bretaña, Francia, Prusia, Austria y Rusia buscaron asegurar la preservación del mapa territorial diseñado en el Congreso de Viena (1815). Este mecanismo conocido como "el concierto europeo" se basó en el respeto del statu quo, en el reconocimiento de la existencia de factores que limitaban el poder de cada Estado como consecuencia del poder de las otras grandes potencias. La idea se aplicó únicamente a Europa, que de esa manera se convirtió en una zona de "amistad y comportamiento civilizado" incluso en épocas de guerra. Gran Bretaña, en virtud de su condición de país industrial avanzado y del acceso privilegiado a los recursos extraeuropeos, actuó más bien como un gobernador que como una pieza de los mecanismos del equilibrio de poder. El "concierto europeo" fue acompañado por un largo período de paz en Europa, pero no supuso el fin de las guerras destinadas a imponer la dominación europea sobre "los otros, los no civilizados".

En el último cuarto del siglo XIX tuvo lugar una intensa carrera interestatal de armamentos, junto con la extensión y profundización de la expansión europea en el mundo de ultramar. El "concierto europeo" se resquebrajó. En parte porque cambiaron las relaciones de fuerza entre los Estados europeos con el ascenso político y económico de Alemania y el declive industrial de Gran Bretaña. En gran medida, también, porque como resultado del proceso de la expansión imperialista Europa empezó a ser una pieza dentro de un sistema mundial mucho más complejo con la entrada en escena de Japón y Estados Unidos en el Lejano Oriente. Pero además, porque en el marco de una próspera economía cada vez más global, entraron en crisis los imperios multinacionales europeos: el ruso y el austro-húngaro y se desmoronaron dos de los imperios más antiguos: el chino y el otomano.

El debilitamiento de la dinastía manchú posibilitó el avance de Japón sobre China y la exacerbación de su competencia con el imperio zarista por ganar posiciones en el Lejano Oriente. Después de dos guerras en las que venció a China (1894-1895) y a Rusia (1904-1905), Japón se apropió de Formosa, de parte de la isla de Sajalin, de numerosas instalaciones portuarias y ferroviarias en la península de Liaotung y estableció un protectorado en Corea, que acabó anexionada en 1910. En 1902, Tokio firmó con Gran Bretaña el primer tratado en términos de igualdad entre una potencia europea y una asiática, basado en el interés mutuo de contener el expansionismo ruso en Asia.

Estos cambios, asociados con las nuevas relaciones de fuerza entre las metrópolis europeas, hicieron difícil la preservación del equilibrio europeo en los términos establecidos a partir de 1815. En su lugar, las principales potencias construyeron dos grandes alianzas: por un lado, la integrada por Gran Bretaña, Francia y Rusia; por otro, el imperio alemán y el austro-húngaro. La república francesa y el imperio zarista compartían su enemistad con la nueva Alemania. París, en virtud del afán de revancha respecto de la derrota de 1870, cuando fue despojada de Alsacia y Lorena. En el caso de San Petersburgo, porque los Hohenzollern alemanes apoyaban a los Habsburgos austríacos en su política de expansión hacia los Balcanes. Gran Bretaña fue la última en sumarse a este grupo. En un principio, su expansión colonial la había conducido al choque con Francia en África y con Rusia en el norte de la India. Solo cuando el acelerado desarrollo de la Alemania convirtió a esta en una potencial competidora se unió a París, con quien delimitó sus áreas de influencia en el norte de África. Después de la derrota a manos de Tokio, el imperio de los Romanov perdió entidad, ante los ojos de Londres, como potencia antagónica en Asia, y en 1907 la Triple Entente estaba en pie.

El canciller Bismarck había apostado por una compleja red de tratados internacionales cuyo elemento clave era la Triple Alianza (1882), que ligaba a Alemania con Austria-Hungría e Italia. Su principal objetivo era colocar a Alemania como una potencia dominante en el continente europeo. Su proyecto no incluyó la expansión colonial; las fuerzas que impulsaban la creación de un imperio ultramarino ganaron terreno, apoyadas por el emperador Guillermo II, luego de la renuncia del "Canciller de Hierro" en la década de 1890.

Antes de Sarajevo, una serie de crisis, en el norte de África y en los Balcanes, alentó la carrera armamentista y confirmó la consistencia del nuevo sistema de alianzas. En dos ocasiones, 1905 y 1911, los Hohenzollern cuestionaron el avance de Francia sobre Marruecos; sin embargo, la solidez de los lazos forjados entre París, Londres y San Petersburgo frenó los intentos expansionistas de Berlín.

El escenario balcánico –"el volcán de los Balcanes"– era extremadamente complejo. La retirada de los turcos otomanos de esta zona exacerbó las rivalidades entre el imperio zarista y el de los Habsburgo. A las apetencias de estos imperios se sumaron las rivalidades entre los distintos grupos nacionales que ocupaban la región en pos de imponer su predominio. Las reivindicaciones territoriales, por ejemplo de serbios, búlgaros y griegos los conducían a enfrentamientos armados. nota

Frente a la retirada de los otomanos, Viena temió que los serbios impusieran la unidad de todos los eslavos bajo su conducción. En ese caso, los Habsburgo perderían sus posesiones en los Balcanes y además, la independencia de los eslavos podría servir de ejemplo al conglomerado de pueblos no alemanes que conformaban el imperio. Cuando se produjo el atentado de Sarajevo, la corona austríaca no dudó en asumir una postura intransigente frente a Serbia.


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