FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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II. La gran depresión y la crisis del liberalismo

Las experiencias liberales

 

En Gran Bretaña y Francia, la democracia liberal logró mantenerse en pie, en gran medida porque se había afianzado antes de que la guerra y la crisis agudizaran los conflictos sociales y condujeran al caos económico. Al margen de sus rasgos singulares, en ninguno de estos países se interrumpió la política democrática competitiva, en ambos, el mercado continuó operando como el principal mecanismo para disciplinar a la fuerza de trabajo y sus gobiernos recurrieron a los programas económicos ortodoxos frente a los desajustes del ciclo económico. Un factor de peso que hizo posible esas continuidades fue la ausencia de un desafío por parte de la clase obrera que pusiera en peligro el orden social. Los fuertes movimientos huelguísticos protagonizados por los obreros franceses e ingleses en la inmediata posguerra no fueron acompañados por una acumulación de poder político que diera paso al cuestionamiento consistente del orden vigente. En el marco de sociedades civiles densamente organizadas y con expectativas en torno a la democracia, las posibilidades para el afianzamiento de la izquierda radical fueron muy limitadas. En estas democracias estables gobernaron de manera casi continua los partidos de centroderecha.

El régimen parlamentario inglés gozó de un alto grado de estabilidad y las opciones políticas extremistas carecieron de arraigo. El partido Comunista sólo obtuvo un diputado en todas las elecciones celebradas en los años treinta. El principal grupo de sesgo fascista fue el Nuevo Partido creado por el ex diputado laborista Oswald Mosley, rebautizado como Unión Británica de Fascistas en 1932. Mosley abandonó el partido Laborista ante el rechazo de su programa para combatir la depresión: levantar aranceles aduaneros, brindar créditos al consumidor e invertir en obras públicas para crear puestos de trabajo sin que importara el déficit. Los laboristas lo descartaron de plano porque conducía a la inflación. Hasta 1936 tuvo un relativo impacto en la opinión pública a través de marchas y de actos similares a los de las huestes de Mussolini con quien Mosley mantuvo contactos. Ese año, la Ley de Orden Público limitó sus actividades: Esta medida, junto con la disminución de sus recursos, provocó su declinación.

A pesar del marcado declive de la economía británica asociada a un alto nivel de paro, la principal preocupación de los gobiernos fue mantener el valor de la libra. Con este fin se aplicaron medidas deflacionistas: reducción del gasto público y altos tipos de interés que agravaban los problemas de la industria necesitada de capitales para encarar su reconversión. La clase obrera y los industriales fueron sacrificados a la City.

Con la caída del primer ministro Lloyd George en 1922 concluyó la coalición entre liberales y conservadores y éstos últimos lograron una posición dominante hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Los liberales, en cambio, fueron desplazados por los laboristas que se convirtieron en el segundo partido del país. Su líder, Ramsay Mac Donald, encabezó el gabinete en 1924 (sólo durante diez meses) y en 1929. El hecho de que el partido de los sindicatos fuera una opción viable contribuyó a que la clase trabajadora se inclinara a favor de la reforma en lugar de la revolución.

Cuando estalló la crisis en 1929, el gabinete presidido por Mac Donald no dudó en adoptar medidas de carácter recesivo: presupuesto rígidamente equilibrado, aumento de los impuestos y abandono de los planes de obras públicas prometidos en la campaña para paliar el desempleo. Sin embargo, el impacto corrosivo de la crisis sobre los pilares del laissez faire, obligó al gobierno nacional a dejar atrás el patrón-oro, aceptar la devaluación de la libra y, en 1932, elevar el arancel para todas las importaciones, excepto las procedentes del Imperio. La cuna del librecambio se plegaba forzada al clima imperante en la época: la defensa de la economía nacional a través del proteccionismo.

La coalición entre laboristas y conservadores se prolongó hasta 1937, con su disolución, el conservador Neville Chamberlain dirigió el gobierno hasta 1940. Frente a la conducta agresiva del nazismo, Chamberlain esgrimió la política del apaciguamiento que, subestimando la imparable radicalización del nazismo, pretendió evitar la guerra aceptando las revisiones al tratado de Versalles impuestas por Hitler.

 

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NEVILLE CHAMBERLAIN Y ADOLF HITLER EN LA CONFERENCIA DE MUNICH

 

 

 

 

 

La Tercera República francesa nunca conquistó el grado de legitimidad que logró la monarquía parlamentaria británica. En contraste con Gran Bretaña, en Francia proliferaron los grupos más o menos afines al fascismo y, en los años treinta, los comunistas llegaron a ocupar un importante número de bancas en la cámara de diputados.

La inestabilidad ministerial y la ausencia de grandes partidos nacionales fueron los rasgos distintivos de la escena política, en este período se formaron cuarenta y dos gobiernos. Sin embargo, existió una importante continuidad a través de la rotación de las mismas figuras en cargos públicos claves. En el sector de la derecha tradicional dejaron de existir los viejos partidos monárquicos y bonapartistas y los dirigentes conservadores aceptaron el régimen republicano constitucional. En el campo de la izquierda, la Sección Francesa de la Internacional de los Trabajadores (SFIO) era más una gran federación de grupos socialistas locales que un partido moderno. Al calor de la revolución bolchevique, quienes aprobaron la incorporación a la Tercera Internacional abandonaron las filas del socialismo para crear el partido Comunista. El movimiento sindical también se dividió con la creación de una confederación comunista en 1921. La CGT conducida por los socialistas con una conducta más moderada logró mayor arraigo entre los trabajadores.

El partido Radical, históricamente el gran partido republicano, fue el principal soporte de las coaliciones de distinto signo que gobernaron durante el período. Era hostil al catolicismo y desconfiaba del socialismo, levantaba las banderas de la revolución francesa, era progresista en el plano político y conservador en lo económico. Su principal base de apoyo social fueron los sectores medios: el campesinado independiente y los pequeños propietarios, pero sus dirigentes se vincularon cada vez más con el mundo de los grandes negocios. El rasgo más significativo de su conducta fue la facilidad con que cambió de aliados, de sus oscilaciones entre conservadores y socialistas dependió el signo de los gobiernos. Si desempeñó este papel de árbitro de la balanza fue, en parte, porque los dirigentes concibieron al partido como una organización para ganar elecciones. Pero además, porque dada la extrema fragmentación de las fuerzas políticas, ningún partido podía contar con el éxito actuando solo. Los acuerdos eran necesarios para que, en la segunda vuelta electoral, los aliados transfirieran sus votos a la fuerza política mejor posicionada.

La mayor parte del período, el gobierno estuvo en manos del centro-derecha, con breves intervalos en que se impuso el centro- izquierda: el Cartel de izquierdas de 1924 a 1926 y el Frente Popular de 1936 a 1937, en este caso, radicales y socialistas contaron con el apoyo de los comunistas. Este movimiento pendular, se produjo sólo en el interior del centro mediante oscilaciones de escasa amplitud del centro-derecha al centro-izquierda, y no de la derecha a la izquierda.

A partir de la crisis económica, la inestabilidad política se acentuó. Entre 1929 y 1932, se sucedieron un total de 10 gobiernos de centro-derecha. Desde fines de 1933, la extrema derecha, Acción Francesa, Croix de Feu entre otros, apuntó a la caída de la República. Sus campañas de agitación basadas en la denuncia de los políticos corruptos tuvieron amplia repercusión en la opinión pública. El 6 de febrero de 1934 hubo una revuelta antiparlamentaria en medio del escándalo del affaire Stavisky nota

Convocados por la derecha radical ­Cruces de Fuego del coronel La Rocque los Camelots du Roi, las Jeneusses Patriotiques­ los manifestantes llegaron hasta el parlamento para  repudiar al "abyecto régimen" e impedir la formación del nuevo gabinete. Hubo muertos y un alto número de heridos, especialmente entre las fuerzas de seguridad. El orden se restableció cuando se formó un gobierno de derechas moderadas

 

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MANIFESTACIÓN DEL 6 DE FEBRERO EN LA PLAZA CONCORDE

 

 

 

 

La izquierda temió un golpe. Las conversaciones entre los socialistas y los comunistas culminaron en la formación del Frente Popular al que se sumaron los radicales. A la semana siguiente, en Viena, los socialistas eran derrotados en los combates callejeros por la extrema derecha austriaca con aval del gobierno encabezado por el socialcristianismo. La izquierda francesa reconoció en el fascismo una peligrosa amenaza, hizo del antifascismo su principal señal de identidad, el fundamento para su unidad política y la consigna para movilizar a las masas.

Las elecciones de 26 abril y 3 mayo de 1936 dieron la victoria al Frente Popular. Pocos días después de conocerse los resultados, antes de que el nuevo gobierno asumiera, se multiplicaron las huelgas espontáneas con ocupación de fábricas. Ni bien llegó a la presidencia, el dirigente socialista León Blum reunió a los representantes de la patronal y de la CGT. Con la firma del acuerdo de Mantignon los empresarios aceptaron las demandas del movimiento obrero: aumento de los salarios, vacaciones pagas, semana laboral de 48 horas, negociación colectiva. El gobierno, por su parte, se comprometió con un plan que incluía la expansión de la obra pública, la estabilización de los precios agrarios, la reforma del Banco de Francia y la renovación sistema fiscal. La vía abierta por el centro-izquierda francés era similar a la encarada por los socialistas escandinavos y por el New Deal en Estados Unidos. Pero el Frente era frágil y el empresariado no estaba dispuesto a aceptar un fuerte movimiento sindical. Los círculos financieros y empresariales se negaron a invertir y atentaron contra la estabilidad del franco a través de la fuga de capitales. En este contexto, el gobierno fue cediendo terreno a la ortodoxia económica.

La situación internacional abrió otra profunda grieta en el Frente Popular. La política de no-intervención en la guerra civil española (1936-1939) sostenida por Blum, que temió apartarse de la línea de acción de Gran Bretraña, le enfrentó con los comunistas y con la propia izquierda socialista. Ambos partidos apoyaron las protestas obreras ante la resistencia de la patronal a los acuerdos de Mantignon y se movilizaron en apoyo a la República española. Blum dimitió en junio de 1937. Su sucesor, el radical Edouard Daladier, rectificó acabadamente la política económica: disminuyó el gasto público, aumentó los impuestos y anuló la jornada de 40 horas. Los socialistas y comunistas pasaron a la oposición.

 

leon blum

 

 

 

 

 

 

LEÓN BLUM 14 DE JULIO 1936

 

 

 

 

Después que las tropas nazis derrotaron al ejército francés, a mediados de 1940, el mariscal Philippe Pétian, solicitó el armisticio y la mitad norte de Francia quedó bajo la ocupación de los alemanes. El gobierno francés presidido por Pétain hizo de la otra mitad, con capital en Vichy, una Francia, autoritaria, antisemita, corporativista y colaboracionista.

 

 

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