FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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III. Fascismo y nazismo

La fragilidad de la República de Weimar


 Los primeros años de la posguerra fueron sombríos. Ni los comunistas ni la derecha radical aceptaron la República; esta contó con escasos adeptos realmente convencidos, la socialdemocracia fue su más decidido sostén. El gobierno provisional fue obligado por las potencias victoriosas a firmar una paz que los alemanes vivieron como humillante. Para muchos alemanes, la derrota en la guerra fue más una “puñalada por la espalda” de la dirigencia republicana que consecuencia del fracaso en los campos de batalla.

La Constitución aprobada a fines de julio en la ciudad de Weimar reconoció el derecho al voto a todos los hombres y mujeres mayores de veinte años, dispuso la elección directa del presidente y adoptó un sistema de representación proporcional que aseguraba la presencia de los partidos minoritarios. Aunque se pronunció a favor de una república democrática parlamentaria, dejó abierta la puerta al presidencialismo: en situaciones de emergencia se podía gobernar a través de decretos. Esta práctica, en principio excepcional, se hizo habitual a partir de 1930, cuando los ministros, ante un Reichstag dividido en distintas tendencias políticas, actuaron solo con el respaldo del presidente. El régimen republicano dejó intactos los pilares de la Alemania imperial: la burocracia, los jefes y oficiales del Ejército, la Magistratura, el cuerpo policial.

En las elecciones de enero de 1919 para constituir la Asamblea Constituyente los comunistas no se presentaron, la socialdemocracia obtuvo el 38 % de los votos y los socialistas independientes cerca del 8 %. La mayoría de la población optó por partidos burgueses. Alemania era un país políticamente moderado y los partidos de centro-derecha tenían un peso destacado en electorado.

La presidencia quedó a cargo del socialista Ebert hasta su muerte en 1925, cuando fue elegido el mariscal Paul von Hindenburg con la activa movilización de la clase media. Aunque la socialdemocracia fue el partido más votado en las seis elecciones que se celebraron entre 1919 y 1930, en el marco del sistema proporcional no contó con el número necesario de diputados para formar gobierno propio. Después de las elecciones de junio 1920 la coalición acordada en 1919 perdió votos y crecieron los de la derecha y la izquierda. Recién en 1928, con casi el 30 % de los votos, un socialdemócrata volvió a ocupar el cargo de canciller.

El año 1923 fue especialmente crítico: la ocupación del Ruhr, la insurrección de los comunistas y el putsch de Munich. En los primeros meses, los gobiernos de Francia y Bélgica ocuparon el Ruhr y asumieron la explotación de las minas y ferrocarriles de la región para cobrarse las reparaciones de guerra. El gobierno alemán ordenó la resistencia pasiva y se lanzó a emitir moneda para atender las necesidades de la población. La trama social fue desgarrada por la más alta hiperinflación conocida hasta ese momento. fuenteDurante la crisis se formó un gobierno de coalición encabezado por Gustav Stresemann, hombre del Partido Popular Alemán, ligado a los intereses de la industria. Al frente del área económica, Hjalmar Schacht, una figura con sólidas relaciones en el mundo de las finanzas y futuro ministro de Economía del gobierno de Hitler, tomó drásticas medidas para reducir el gasto público y obtuvo ayuda de los banqueros norteamericanos a través del plan Dawes. La recuperación promovida por este crédito colocó a Alemania en una posición altamente dependiente del ingreso de capitales estadounidenses.

En el estado de Baviera, católico, campesino y particularista, el frustrado y violento intento de crear una república soviética en 1919 dejó profundas heridas en las que la derecha contrarrevolucionaria encontró condiciones propicias para afianzarse. El capitán del Reichswehr (Ejército alemán) Ernst Röhm propuso cursos de adoctrinamiento para asegurar la lealtad de los soldados a los altos mandos. El cabo Adolf Hitler, nota

uno de los asistentes, llamó la atención de sus superiores debido a sus dotes como orador, y le encomendaron controlar el Partido Alemán de los Trabajadores. Creado a fines de 1918, el ideario de este pequeño círculo combinaba el nacionalismo, la defensa de los derechos del trabajador y el antisemitismo. Hitler renunció al Ejército y se volcó decididamente a la actividad política.

El partido, reorganizado bajo el nombre de Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes, presentó en 1920 su nuevo programa.fuente

A través de sus veinticinco puntos articuló las ideas de los nacionalistas extremos –unión de todos los alemanes en una gran Alemania, anulación de los tratados de paz y negación de la ciudadanía a quien no llevara sangre alemana: los judíos, explícitamente, no podían ser alemanes– con reformas de sesgo socialista: abolición de la renta no ganada por el trabajo, nacionalización de las grandes empresas, reparto de los beneficios de la gran industria, reforma agraria radical. La propuesta no ganó por cierto la simpatía de los principales grupos económicos, pero los participantes de los mítines, con Hitler como orador, fueron cada vez más numerosos. Para guardar el orden en los actos se creó una fuerza de choque, la Sección de Asalto (SA) que bajo la conducción de Röhm recibiría formación militar.fuente

Con la asunción de Stresemann, la relación entre el gobierno central y las autoridades de Baviera, protectoras de las múltiples asociaciones paramilitares locales, se acercó rápidamente al punto de ruptura. La derecha extrema deseaba “la marcha sobre Berlín” para instaurar un nuevo gobierno sin la influencia socialista. Pero el triunvirato que gobernaba Baviera no tenía intención de dejarse arrastrar a un enfrentamiento armado. Hitler y el ex jefe del Estado Mayor imperial y héroe de guerra, el general Erich Ludendorff, acordaron forzar el golpe. El 9 de noviembre se pusieron al frente de una manifestación que no logró ser masiva y fue violentamente reprimida por la policía. Hitler pudo huir y dos días después era arrestado.nota

Condenado a cinco años de prisión, solo estuvo recluido nueve meses. En la cárcel, mientras dictaba Mi lucha a Rudolf Hess, reconocería dos errores en la experiencia de Munich: haberse colocado en la ilegalidad y enfrentar al Ejército. No volvería a cometerlos.

Putsch






CONMEMORACIÓN DEL PUTSCH DE 1923 BAJO EL GOBIERNO DE HITLER







La estabilización de la economía alemana y los logros de Stresemann en la política exterior abrieron un paréntesis de relativa calma. No obstante, la República careció de un sólido apoyo por parte de la población, y las instituciones imperiales no se reorganizaron en un sentido democrático. La campaña presidencial de 1925 en la que se impuso Paul von Hindenburg, el otro gran héroe de la campaña en el este, puso en evidencia el alto grado de movilización de la clase media; todas sus organizaciones: clubes, centros de tiro, asociaciones profesionales, coros ocuparon decididamente el espacio público, y aunque eligieron a un representante del orden prusiano la escena política se impregnó de un decidido tono popular, en el que prevaleció el sentimiento de una comunidad nacional entre iguales que relegaba las jerarquías del orden imperial.

Al salir de la cárcel, Hitler reorganizó el partido en un sentido que le posibilitó contar con poderes absolutos. Desmanteló la fracción radical dirigida por los hermanos Otto y Gregor Strasser, mientras que Joseph Göbbels, que había tachado a Hitler de pequeño burgués, pasó a ser uno de sus más incondicionales colaboradores. La SA, a pesar del disgusto de Röhm, quedó subordinada a la conducción de partido. Las SS (fuerzas de protección) creadas como un cuerpo reducido y selecto a cargo de la custodia de Hitler, quedaron bajo la dirección de la SA. Sin embargo, a partir del nombramiento de Heinrich Himmler en 1929 se autonomizaron y ganaron poder rápidamente, hasta convertirse en el instrumento de dominación distintivo del Tercer Reich. Fue un estado en el seno del Estado.

El partido nazi, desde su aparición en el campo electoral a mediados de 1924 y hasta que la crisis de 1929 agudizara las tensiones sociales, tuvo escasa inserción en el electorado (en diciembre de 1924 recogió 900.000 votos, y en mayo de 1928, 800.000) y se colocó a una considerable distancia de la derecha conservadora cada vez más radical. Fue básicamente en el marco de la crisis que el nazismo pasó al centro del escenario político. Sin embargo, el derrumbe económico no fue el que condujo en forma lineal e inevitable al ascenso de los nazis. Más importante fue la fuerte movilización política de diferentes sectores de la clase media, que lo hicieron abandonando y cuestionando a los partidos tradicionales para reivindicar la acción directa y un nuevo modo de hacer política de tono populista. El triunfo electoral de los nazis a partir de 1930 fue posible porque –en el marco de la crisis de los principales partidos y de la intensa activación ciudadana– fueron los que mejor supieron interpretar y representar las demandas de justicia social y rehabilitación del orgullo nacional de gran parte de la sociedad.

El ascenso de Hitler al gobierno fue facilitado también por los sectores poderosos de la sociedad –negocios, Ejército, grandes terratenientes, funcionarios de alto cargo, académicos, intelectuales, creadores de opinión–, que nunca habían aceptado la República.

Entre la renuncia del primer ministro socialdemócrata en 1930 y el nombramiento de Hitler en enero de 1933 se sucedieron una serie de gobiernos débiles y antiparlamentarios –Heinrich Brüning, Franz von Papen y el general Kurt von Schleicher–, que intentaron avanzar hacia un régimen autoritario vía la imposición de decretos de emergencia y las reiteradas disoluciones del Reichstag.nota

En ese lapso el Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes se convirtió en un partido de masas. En las elecciones legislativas de setiembre de 1930 ganó unos 6 millones de votos respecto de las de 1928, y se convirtió en la segunda fuerza política del país, con el traspaso de electores de los partidos de centro y de la derecha a los nazis. En las elecciones presidenciales de principios de 1932 Hindenburg se impuso frente a Hitler, pero fue necesario convocar a una segunda vuelta para que Hindenburg fuera reelegido. En la primera vuelta Hitler sacó el 30 % de los votos, Hindenburg el 49 % y el candidato comunista Ernst Thälmann el 13 %; en la segunda, Hindenburg el 53 %, Hitler el 37 % y Thälmann el 10 %. Los seguidores del l Partido Socialdemócrata votaron por el mariscal. El lema del Partido Comunista fue: “un voto para Hindenburg es un voto para Hitler; un voto para Hitler es un voto para la guerra”.

En los comicios legislativos de fines de julio de 1932 el nazismo recogió el mayor caudal de votantes (37,3 %) sin que este resultado le permitiera contar con mayoría propia; los comunistas también incrementaron su número de votos. La crisis social y económica abonaba la radicalización de la política. En este escenario, la Tercera Internacional, siguiendo las directivas de Moscú, descartó totalmente la posibilidad de una alianza con los socialistas. En el VI Congreso efectuado en 1928 se dio por concluido el período de estabilización del capitalismo con el anuncio de una severa crisis económica que posibilitaría la ofensiva revolucionaria del comunismo. En consecuencia, los partidos comunistas debían enfrentar a la socialdemocracia porque esta era solo la opción moderada de la burguesía para controlar la energía revolucionaria del proletariado. El terror fascista, la otra opción del capitalismo cuando la radicalización de las masas no permitía la vía del reformismo socialista, fue concebido como un fenómeno pasajero ante el avance arrollador de la lucha de clases. Bajo el capitalismo monopolista, según esta interpretación, el fascismo no era más que la “última” forma política de la dictadura burguesa, que sería seguida por la dictadura del proletariado. En el momento en que Hitler avanzaba hacia el poder, la izquierda alemana siguió dividida.

Las camarillas del entorno presidencial buscaron el apoyo del nazismo para contar con el aval de un movimiento de masas en la empresa de imponer el autoritarismo. Después de las elecciones de julio, le ofrecieron a Hitler ingresar en un gobierno de coalición, pero este rechazó la propuesta: quería el cargo de canciller. Había apostado a todo o nada. El partido, en cambio, presionaba a favor del ingreso en el gobierno. El Reichstag fue nuevamente disuelto. Los comicios de noviembre de 1932 no cambiaron nada. Los partidos que apoyaban al gobierno solo obtuvieron el 10 % de los votos. En el campo de la izquierda, la socialdemocracia y el comunismo recogieron más de 13 millones de votos, pero eran rivales; los nazis, a pesar de haber perdido dos millones de votos, continuaron siendo la fuerza mayoritaria en el Reichstag.

Finalmente, a fines de enero de 1933 la derecha conservadora entregó el gobierno al jefe del partido que no había dudado en sembrar la violencia en su marcha hacia poder. El rechazo de los grupos poderosos por el orden republicano, las condiciones impuestas en la paz de Versalles, la profunda crisis política potenciada por la crisis social de 1930, junto con las divisiones en el campo de la izquierda, conformaron un escenario positivo para el ascenso del Führer. Las acciones de las elites tradicionales que le abrieron camino creyendo que podrían usarlo para terminar con la República y aniquilar a la izquierda fueron decisivas. Los nazis, por su parte, tuvieron la habilidad de presentarse como la opción política capaz de canalizar la movilización de los sectores medios combinando las aspiraciones nacionalistas con el afán de igualación social.


 Hitler canciller





HITLER, CANCILLER DEL REICH, SALUDA AL PRESIDENTE HINDENBURG






 

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