FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

Usted está aquí: Inicio Carpeta 1 La Belle Époque II. La belle époque y el capitalismo global

II. La belle époque y el capitalismo global

Las nuevas potencias: Estados Unidos y Japón

 

 

 

En la era del imperialismo Europa dejó de ser el centro privilegiado del desarrollo económico, dos nuevas potencias emergieron como sólidas competidoras, Estados Unidos y Japón.

Hasta mediados del siglo XIX, el imperio nipón permaneció aislado fue a partir de la Revolución Meiji nota que ingresó aceleradamente en el grupo de países altamente industrializados aunque su régimen político fue escasamente liberal

 

En 1880 Estados Unidos todavía era mayoritariamente agrario, en 1914 ya era el primer centro industrial del mundo. Esta rápida transformación fue posible, en gran medida, porque el país ofrecía las condiciones geográficas y sociales óptimas para el desarrollo capitalista. Un territorio de escala continental con variedad de recursos y un vasto mercado, protegidos por dos océanos. Al mismo tiempo, la población de inmigrantes-colonos formó una sociedad cohesionada, básicamente, por los principios de la ideología democrática y las posibilidades del ascenso social y que carecía de pasado precapitalista, como sí lo tuvieron los habitantes autóctonos y los esclavos. La creación del Estado nacional se concretó a través de la lucha contra la metrópoli británica, pero sin tener que enfrentar los intereses y la hegemonía cultural de una aristocracia feudal, ni las jerarquías sociales distintivas de las monarquías europeas. La ausencia de un antiguo régimen hizo posible el temprano, amplio y consistente arraigo del ideario democrático. El desarrollo del capitalismo fue favorecido por la existencia de una frontera abierta hacia el oeste. Esta expansión favoreció el crecimiento del mercado interno e hizo posible la emergencia de propietarios rurales consubstanciados con el individualismo liberal y con el afianzamiento de una economía agraria vinculada al mercado.

 

 

La expansión de Estados Unidos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las tensiones entre el norte y el sur desembocaron en una sangrienta guerra civil (1861-1865). Los fabricantes del norte estaban interesados en incorporar las tierras del oeste al mercado interno. Los grandes plantadores del sur prosperaban a través de sus exportaciones de algodón a Gran Bretaña y, en consecuencia, pretendían la expansión de la esclavitud en los Estados creados a través de la marcha hacia el oeste. El triunfo del norte en la guerra de secesión y su avance hacia el Oeste permitieron triplicar la superficie cultivada. La agricultura norteamericana fue desde mediados del siglo XIX, un sector de alta productividad y muy mecanizado. El desarrollo de los transportes, canales y ferrocarriles, redujo sus costes y amplió el mercado interno. En la década de 1880, Estados Unidos era el primer productor agrícola del mundo.

Además estuvo al frente de la segunda oleada industrializadora. En 1913, la producción manufacturera estadounidense equivalía a la de Alemania, Gran Bretaña y Francia juntas, y el valor de su comercio exterior, sólo era superado por Gran Bretaña y Alemania. En el terreno industrial se impuso la gran empresa integrada verticalmente y se construyeron grandes fortunas: la U. S. Steel Corporation, creada en 1901 por fusión de las fábricas de Andrew Carnegie con otras siderurgias, era la primera empresa mundial del sector, la Standard Oil Co fundada en 1879 por John Rockefeller controlaba la casi totalidad del petróleo producido en Estados Unidos, en 1882 Tomas Edison construyó la primera central eléctrica en Nueva York, y en 1903, Henry Ford creó la Ford Motor, la primera empresa automovilística diez años después, gracias al éxito del Ford T. La industria automotriz fue la que más exitosamente avanzó en la adopción de la producción en serie.

El desarrollo regional no fue homogéneo, en el viejo sur la renta per cápita era apenas la mitad de la del norte. Aunque se abolió la esclavitud, muchos de los ex esclavos que quedaron en tierras marginales como colonos, se vieron obligados a emigrar al Norte o al Oeste. Gran parte de los estados del Sur introdujeron nuevas formas de segregación en escuelas, transportes públicos, hoteles, teatros y zonas de residencia. El racismo blanco mantuvo su hondo arraigo no sólo entre la elite sureña, sino también entre los agricultores de los estados del oeste medio y entre los trabajadores inmigrantes y autóctonos del norte. El Ku Klux Klan reapareció en 1915 y tuvo una actividad particularmente intensa en la década de 1920. nota

Las demandas en defensa de la igualdad y los derechos civiles de los negros dieron lugar a la creación de distintos movimientos, unos de carácter moderado y otros más radicales. Entre los activistas que reivindicaron la negritud e impulsaron la lucha política y la movilización social se destacó William Du Bois, organizador de los Congresos Panafricanos que contribuirían al desarrollo de los movimientos nacionalistas en las colonias africanas.

imagen 17

 

 

 

 

 

 

 

LAS CABEZAS DE LOS CUATRO PRESIDENTES DE ESTADOS UNIDOS: GEORGE WASHINGTON, THOMAS JEFFERSON, THEODORE ROOSEVELT,  ABRAHAM LINCOLN. ESTE MONUMENTO SE ENCUENTRA EN UNO DE LOS MONTES NEGROS DE LA CORDILLERA DE LAS ROCALLOSAS. FUERON ESCULPIDAS POR GUTZON BORGLUM ENTRE 1927 Y 1941

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde mediados del siglo XIX, el avance de la producción industrial enfrentó el problema de que la oferta de trabajo, especialmente de trabajo cualificado, era escasa. Por otra parte, tenía a su favor que los propietarios rurales constituían un mercado en el que era factible colocar los productos estandarizados. Dado que los patronos necesitaban maquinaria ahorradora de trabajo y que los potenciales clientes demandaban bienes de consumo masivo, la producción en serie se impuso tempranamente en Estados Unidos. Este fue el marco en el que prosperaron las investigaciones de Frederick Taylor, el ingeniero norteamericano que ideó la gestión científica del trabajo. El principal aporte del taylorismo consistió en hacer posible el incremento de la productividad al mismo tiempo que sustituía al obrero cualificado por una mano de obra dedicada a repetir las tareas rutinarias impuestas por la máquina. El taylorismo hizo rentable la incorporación a las fábricas de los millones de irlandeses que huían del hambre.

Henry Ford fundó la Ford Motor Company en 1903. En sus talleres incorpora las ideas de Taylor, aunque posiblemente no leyó su obra, fue influido por el clima de ideas generado en torno a sus propuestas. nota

El movimiento sindical acusó el impacto de la reorganización del sistema productivo y junto a la Federación Americana de Trabajadores (AFL) que básicamente organizó a los obreros calificados, a principios del siglo XX emergieron los Trabajadores Industriales del Mundo o Wobblies (IWW). La nueva organización rechazaba el sindicalismo por oficio sostenido por la AFL porque impedía el crecimiento de la conciencia de clase y alentaba la armonía de intereses entre "empleado explotador y esclavo explotado".

imagen 15

 

 

 

 

 

 

 

CANCIONES DE LOS WOBBLIES

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La IWW fue decididamente radical y encabezó la oleada de huelgas que sacudió a Estados Unidos desde 1909 hasta después de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, en contraste con los europeos, la intensa combatividad de los trabajadores estadounidenses no se combinó con la consolidación de partidos obreros. Desde principios del siglo XX la pregunta "¿Por qué no hay socialismo en Estados Unidos?" dio lugar a la proliferación de estudios desde diferentes ángulos. No hay explicaciones únicas, este interrogante remite tanto a la heterogeneidad cultural de los trabajadores y los impactos de las sucesivas reorganizaciones del sistema productivo, como al espectacular crecimiento económico y las sólidas convicciones forjadas en torno a la excepcionalidad de Estados Unidos y las posibilidades que ésta ofrecía para la movilidad social.

El historiador Frederick Jackson Turner expuso en 1893 su tesis de la frontera, según la cual, la expansión al oeste había hecho de Estados Unidos una sociedad abierta que ofrecía a todos los individuos esforzados la oportunidad para prosperar en plena libertad. Este ideario tuvo un fuerte arraigo en la conciencia colectiva de los norteamericanos que se percibieron como una sociedad acabadamente democrática.

En el escenario político, el acabado predominio de los partidos Demócrata y Republicano, sólo fue cuestionado en los años noventa por los populistas. El partido Populista, al que se sumaron sectores de los demócratas, recogió las reivindicaciones de los granjeros afectados por el patrón oro que les impedía competir en el mercado internacional con los productores de países que devaluaban sus monedas sin someterse a la rígida ortodoxia del liberalismo global. La consigna de los populistas contra la crucifixión a la que los sometía el patrón oro perdió fuerza al calor de la recuperación de los precios agrícolas en la primera década del nuevo siglo.

La corrupción política tuvo alcances extendidos en la gran potencia capitalista. Poderosos jefes políticos (bosses) que disponían de miles de votos merced al patronazgo tuvieron un destacado peso sobre las maquinarias de los partidos en la designación de los candidatos locales e influyeron en la nominación de los aspirantes al gobierno nacional.

Las diferencias entre los dos grandes partidos nacionales, Demócrata y Republicano, fueron principalmente de carácter étnico y religioso o bien derivadas de la guerra civil. Los republicanos prevalecieron entre los protestantes del norte mientras que los demócratas se afianzaron en el sur y entre la población inmigrante de las grandes ciudades norteñas. No había entre ellos sustanciales diferencias ideológicas o de clase.

En la era del imperialismo, Estados Unidos no se embarcó en la creación de colonias como hicieron Europa y Japón. Estuvo prácticamente ausente en África, y en Asia eligió propiciar la política de puertas abiertas que favorecía el libre movimiento de capitales y mercaderías. Su principal preocupación frente al expansionismo japonés fue preservar la integridad territorial de China para mantener una relación de equilibrio entre las distintas potencias. En el Pacífico ocupó las islas Hawai donde instaló la estación carbonífera y base naval de Pearl Harbour y arrebató las Filipinas a España.

En el caso del subcontinente americano, muy tempranamente, Washington cuestionó la presencia europea: en 1823 la Doctrina Monroe proclamó el derecho de todo el continente americano a verse libre del yugo colonial. En ese momento todavía estaban España en Puerto Rico y Cuba, Francia en Guayana y en las Antillas, Gran Bretaña en Canadá, Bahamas, Bermudas y Jamaica. A mediados del siglo XIX se desencadenó guerra con México a raíz de la anexión del territorio de Texas por parte de Estados Unidos. El conflicto militar concluyó en 1848 cuando México reconoció la pérdida de Texas y aceptó la venta de Alta California y Nuevo México a la potencia del norte. En 1867, Washington compró Alaska al imperio zarista.

En América Central y el Caribe que sufrieron el incuestionable afán de expansión económica estadounidense, la potencia del norte optó por imponer sus condiciones a través de la combinación del uso de la fuerza militar y el apoyo a los dictadores locales, salvo la anexión de Puerto Rico después de haber derrotado a España en 1898. A partir de la Primera Guerra Mundial, con intensidad variable, la presencia de Estados Unidos se extendió hacia los países del Pacífico y los de América del Sur. En esta región, el avance de los capitales norteamericanos no estuvo asociado, como en el caso de América Central y el Caribe, a intervenciones político- militares abiertas.

 

 

 

null VOLVER A Europa del este    IR A null América Latina

 

 

 

Acciones de Documento