FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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La otra vanguardia: pensar la forma




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CÓMO HACER VERSOS, VLADIMIR MAIAKOVSKI










Acaso interpelar un período histórico en sus manifestaciones literarias implique advertir un mapa amplio de geografías y procesos sociales. Pensar la literatura en términos de vanguardia remite de manera ineludible a la URSS posrevolucionaria que sumó a sus numerosas realizaciones artísticas una muy prolífica elaboración teórica, distinguiéndose así de Occidente, donde las recetas se limitaban a velar por la suerte de la modalidad artística adoptada y no mucho más. Es el momento en que surge el célebre formalismo ruso de la década de 1920, emparentado y mezclándose con el futurismo de Maiakovski y su tesis de un “lenguaje transracional”. Otra vez la ruptura con el pasado, pero ahora acompañada por un soporte teórico que daba marco a las nuevas estéticas. Es decir, no solo el quiebre de los fundamentos vigentes –que aúna y comparten casi sin fisuras la totalidad de los movimientos artísticos de las primeras décadas del siglo XX–; en forma simultánea a las obras, teóricos y escritores concentrarán sus intereses en el lenguaje artístico como objeto prioritario. En términos de literatura –y más allá también– la palabra ha comenzado a decir por sí misma y no por la realidad de referencia: entramos a la realidad del lenguaje.

La formalización de un modelo de análisis que diferenciara a las expresiones literarias del resto de los productos culturales entusiasmó a muchos de los teóricos rusos. En realidad estos formalistas fueron detrás de la especificidad del hecho literario y de un modo de análisis que lo explicara. La disyuntiva tradicional entre fondo y forma en una obra literaria caería en desuso, y la noción de forma adquiriría relevancia en tanto utilización particular de los elementos que constituyen la obra y no ya como mero envoltorio de contenidos. A partir de su crítica de la imagen como fundamento artístico Víctor Shklovski encontrará que en verdad la función de la imagen es menos transmitir significados que organizar nuestra percepción, prefigurando con su hallazgo la noción de una estructura previa y subyacente a la obra. Sobre estos supuestos trabajará el formalismo, y cimentará las bases que enriquecerán durante décadas la discusión acerca de las manifestaciones literarias.

Pero en esa espiral de significaciones que se alternan en cualquier historia llegarían los reproches… Si existía un afán de ruptura con el pasado, y si en la creación de algo nuevo el arte ocuparía un lugar destacado, este desarrollo innovador no podía llevarse a cabo de espaldas a la sociedad en que surgía, y los teóricos pondrán el acento en la necesidad de que los cambios superasen el aislacionismo estético y se involucrasen con la construcción real de la nueva sociedad. Así Vladimir Maiakovski desde el futurismo, y constructivistas como Vladimir Tatlin, dispusieron sus poéticas en ese sentido y buscaron exceder el plano estético, antes de que León Trotski en Literatura y revolución advirtiese que la clase obrera no tenía ninguna necesidad de romper con la tradición literaria, sencillamente porque la ignoraba. A fuego lento –o no tanto– se cocina la llegada de una nueva academia: el realismo socialista, que en torno al año 1925 propondrá –y luego, ya de la mano de Iósif Stalin, impondrá– la adaptación de la vieja cultura burguesa a la nueva situación política con el propósito de instalar lo que se pensaba una legítima cultura proletaria.

Es muy fecunda la producción de las vanguardias artísticas durante las primeras décadas del siglo XX, y por lo demás resulta indisociable del impulso programático que en paralelo llevaron adelante teóricos y pensadores. De hecho este debate primario en la Unión Soviética –que a la postre se identificará como una disputa entre estructura e historia (o sincronía y diacronía, en términos más técnicos) – enriquecerá a lo largo del siglo XX la atmósfera cultural y marcará a fuego las ciencias humanas. Acaso pensar la literatura posterior sin dar cuenta de estos aportes teóricos sería una tarea imposible, o al menos infructuosa. Como los grandes novelistas del período, los teóricos han alimentado con sus análisis y propuestas buena parte de la historia literaria que los sobrevivió. Unos y otros orientados hacia un norte que se reitera a lo largo de la época: la exploración permanente de la realidad de las formas. Es indudable que la huella de las vanguardias modificó para siempre –insistimos con los alcances de esta frase– el estado de cosas en el que abrevarían las obras del siglo XX. Desde entonces leer es también indagar y poner en juego los lenguajes –los pensamientos– que construimos en torno a la literatura.

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VLADIMIR MAIAKOVSKI

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