FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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El movimiento obrero

II. La belle époque y el capitalismo global

 

 

 

La organización de la clase obrera para oponerse a la explotación extrema sufrida en los inicios de la Revolución Industrial se inició en Inglaterra, cuna de la industrialización. La falta de legislación que regulara la actividad industrial hacía posible que los trabajadores quedaran encerrados en las fábricas más de doce horas y que se utilizara el trabajo de los niños con salarios ínfimos.

Las primeras reacciones contra el trabajo fabril fueron las de los ludistas, que destruían las máquinas porque veían en ellas la causa de que los artesanos perdieran su trabajo y autonomía. Posteriormente, los obreros buscaron unirse para conseguir sus objetivos presionando a los empresarios. En un primer momento, los gobiernos respondieron con la represión a todo tipo de actividad que plantease algún recorte a la libertad absoluta de los dueños de las fábricas para disponer de quienes dependían del salario mínimo que les pagaban. No obstante, no lograron frenar el avance del movimiento obrero.

Los sindicatos reunieron a los trabajadores de un mismo oficio para utilizar en forma conjunta medidas que obligaran a los empresarios a reconocer sus demandas; entre estas se reconoció la eficacia de las huelgas, aunque también podían acarrear resultados muy negativos, desde la severa represión hasta la pérdida del trabajo. La unión de los trabajadores también incluyó el aporte de cuotas al sindicato para contar con fondos comunes que los ayudaran a enfrentar situaciones de emergencia, tales como una enfermedad o un período de paro no muy prolongado. Estas iniciativas prosperaron especialmente entre los obreros más calificados, con salarios más altos y menor posibilidad de quedar desempleados. Los sindicatos que nucleaban a este sector de la clase obrera no se ocuparon de la masa de los trabajadores no calificados que no podían contribuir al sostenimiento de las cajas de seguridad social.

Entre los años 1838 y 1848, el movimiento obrero británico se comprometió activamente con la lucha política para ampliar el derecho al voto y, a través del movimiento cartista, mediante la recolección de firmas, presionó al Parlamento para que concretase una legislación electoral que permitiera elegir y ser elegidos a los integrantes de los sectores populares. El cartismo también recurrió a la acción directa, pero el movimiento fracasó en el marco de la represión desatada frente a las revoluciones europeas de 1848 y en virtud de las divisiones internas.

Durante las décadas de 1830 y 1840 se fundaron asociaciones obreras en los países del continente europeo, principalmente en Alemania, Francia y Bélgica.

La identidad de la clase obrera como un nosotros con fines comunes se forjó en relación con una combinación de factores: la experiencia laboral compartida, la concentración en los mismos barrios, similares usos del tiempo libre, los encuentros en los espacios públicos –la taberna, por ejemplo– y la interpelación efectuada desde el socialismo que los definió como la clase explotada y les asignó una tarea histórica: la supresión del capitalismo para construir una sociedad socialista sin clases sociales. fuente

 

 LA DERROTA DE LA COMUNA DE PARÍS (1870-1871).

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Desde 1845 hasta 1864, hubo una serie de intentos de organización de la clase obrera. La visita de delegados obreros franceses a la Exposición Mundial de Londres en 1862, unida a la conspiración conjunta de Francia, Inglaterra y Rusia para aplastar la insurrección polaca por la independencia en 1863, condujo a un intercambio de correspondencia y finalmente a un mitin conjunto de representantes obreros franceses e ingleses en el St. Martin’s Hall en Londres, el 28 de septiembre de 1864. Allí se decidió crear un comité que delineara los estatutos para una organización internacional obrera que deberían ser aprobados en un congreso internacional, citado al año siguiente en Bélgica.

Marx se entusiasmó con la iniciativa y en febrero de 1863 le escribió a Engels: “La era de la revolución se abre de nuevo claramente en Europa”. Cuando se conformó el Comité Internacional de Trabajadores, les anunció a sus amigos norteamericanos: “A pesar de que durante años me he negado sistemáticamente a pertenecer a cualquier ‘organización’, esta vez acepté porque aquí existe la posibilidad de hacer algo realmente bueno”. El discurso inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores que pronunció el 28 de septiembre de 1864 es, junto con el Manifiesto comunista, una fuerte denuncia del capitalismo y una exposición de las metas de la clase obrera.

Las ideas de Marx no fueron aceptadas por todos los que alentaban la eliminación de los males del capitalismo. El creador del autodenominado socialismo científico se enfrentó con los seguidores del socialista francés Pierre-Joseph Proudhon, quienes querían conservar la propiedad privada, pero reorganizando el intercambio de productos apropiados privadamente. Para reformar la sociedad burguesa proponían formar sociedades cooperativas y cambiar el sistema monetario. El pensador francés descartó los sindicatos, se opuso a las huelgas y repudió la participación directa en política. Sus discípulos planteaban que las naciones deberían disolverse en pequeñas comunidades que luego formarían algún tipo de asociación voluntaria en sustitución del Estado.

Los marxistas también se enfrentaron con Ferdinand Lasalle, uno de los líderes del movimiento obrero alemán, alrededor de dos cuestiones. Por una parte, por su decisión de apoyar las políticas de Bismarck que afectaban a los partido burgueses en lugar de defender una política independiente del proletariado. Por otra, por su planteo de apoyar solo a los sindicatos que aceptaran el programa político definido por Lasalle.

La lucha teórica y organizativa más importante de Marx fue contra la concepción anarquista representada por el revolucionario ruso Mijaíl Bakunin. A diferencia de Marx, que reconoció al proletariado industrial como la fuerza social decisiva del nuevo orden socialista de la sociedad moderna, Bakunin se dirigió a todos los desposeídos y desesperados; junto con la clase obrera convocó a los campesinos, al lumpemproletariado y a los sectores pequeñoburgueses en crisis. Mientras el marxismo aceptaba la dictadura del proletariado como etapa de la revolución, el anarquismo rechazaba toda autoridad y todo tipo de Estado, independientemente de su carácter reaccionario o progresivo y de su naturaleza de clase. Los anarquistas se oponían a la actividad política y preferían la acción directa.fuente

 

La debilidad del movimiento obrero y las batallas de ideas entre los impulsores de la Internacional condujeron a su desintegración y se disolvió formalmente en 1878, después de que su sede fuera trasladada a Nueva York.

En 1889, los partidos socialistas y laboristas que deseaban coordinar la actividad internacional de los movimientos obreros que se habían formado en gran parte de los países europeos crearon la Segunda Internacional, en la que se destacaría el predominio del Partido Socialdemócrata alemán, el más numeroso y mejor organizado de los socialismos europeos. Esta Internacional se desintegró cuando, al estallar la Primera Guerra Mundial, el nacionalismo impuso sus principios y valores frente al internacionalismo obrero. En 1919, los bolcheviques organizaron la Tercera Internacional integrada ahora por los partidos comunistas surgidos de las escisiones de los partidos socialistas, que apoyaron la revolución de octubre de 1917.

 

 

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