FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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La revolución Cubana

V. El tercer mundo

 

La historia de Cuba, desde su tardía independencia en 1898, estuvo signada por la enmienda Platt, que establecía el derecho de EE.UU. a intervenir en la política interna de la isla cuando lo considerara necesario. La crisis de 1930 produjo un estallido de huelgas, y un alzamiento en 1933 puso fin a la dictadura de Machado, que era apoyada por EE.UU. Allí se abrió un resquicio en la política cubana que permitió establecer un orden sobre un nuevo consenso: en 1933 el presidente Ramón Grau San Martín derogó la enmienda; los sectores trabajadores se transformaron en un actor central, junto con el ejército, que pasó a ser el nuevo árbitro de la política. Sin embrago, persistía una tensión “estructural” entre la centralidad que tenía ahora la clase obrera y su debilidad, debida a la dependencia de la economía cubana de la producción de azúcar y del mercado norteamericano. Grau fue reemplazado rápidamente por el coronel Fulgencio Batista, que ofició como articulador del nuevo sistema; si bien, junto con sectores democráticos, Batista impulsó algunas reformas y un nuevo texto constitucional en 1940, ninguno estaba dispuesto a modificar los acuerdos que sostenían la economía basada en el monocultivo; esta generaban un alto nivel de desempleo anual relacionado con los períodos de la zafra (a su vez condicionada por la cuota establecida por EE.UU.). Grau San Martín volvió a la presidencia en 1944 con el apoyo del Partido Auténtico. Si bien contaba también con el respaldo del Partido Socialista Popular (comunista), la relación se quebró en 1947 cuando los comunistas fueron desplazados de la dirección de la Central de Trabajadores Cubanos. Ese mismo año se formó el Partido Ortodoxo, como un desprendimiento del Partido Auténtico; su referente era Eduardo Chibás y reunía a un grupo de jóvenes dirigentes que buscaban renovar los cuadros y conmover las bases sobre las que se sostenía el nuevo orden; esto quería decir reemplazar a la dirigencia política, a la que se acusaba de corrupción, y trastocar los vínculos con las empresas norteamericanas, que sostenían la condición de la isla como lugar de los negocios y las playas de los estadounidenses. De allí que las posiciones nacionalistas alcanzaran un alto grado de radicalidad en las demandas de cambios. En 1952 el ejército había decidido renovar su condición de árbitro del débil sistema democrático cubano y Fulgencio Batista desplazó a Carlos PríoSocarrás. El golpe de Estado clausuró la posibilidad de que el Partido Ortodoxo ganara elecciones e interrumpió la carrera de jóvenes nacionalistas, como el abogado Fidel Castro. El contexto radicalizó, por lo tanto, los métodos de lucha. La primera acción fue el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. La insurrección fue reprimida, pero tuvo consecuencias fundamentales para los sucesos posteriores: por un lado, entregó lecciones sobre la estrategia de acción, en tanto no había sido acompañada por un vasto movimiento; por otro lado agigantó la figura de Fidel Castro, que emergería como uno de los líderes de la oposición a la dictadura. Su defensa frente a las acusaciones, conocida por la última frase (“la historia me absolverá”) se transformó en un manifiesto político y en el fundamento de la estrategia de insurrección que sostendría el movimiento que había nacido del asalto al Moncada: el M26J. 

 

MOnCADAFIDEL CASTRO, LUEGO DEL ASALTO AL CUARTEL MONCADA, JUNTO A UN RETRATO DE JOSÉ MARTÍ)

 

En el exilio en México se gestó una nueva iniciativa de insurrección. Allí Castro coincidió con exiliados de diferentes países del continente, entre los que se encontraban quienes habían huido del golpe que había terminado con la experiencia de Árbenz en Guatemala. En México también se sumaría el médico argentino Ernesto Guevara, a la postre gran protagonista de la Revolución, que también había estado en Guatemala. Nacía allí una forma diferente de concebir la acción política, que iría dejando atrás las prácticas de los partidos revolucionarios que apostaban a la organización de los trabajadores. Los jóvenes profesionales, provenientes de las clases medias, conducirían una insurrección que buscaba encender la chispa revolucionaria. En 1956 desembarcaron en Santiago de Cuba a bordo del Granma, pero fueron interceptados. Los sobrevivientes organizaron en las sierras centrales de la isla (la “Sierra Maestra”) una guerrilla que iría engrosando sus filas con campesinos. Los enfrentamientos con el ejército fueron perfilando los liderazgos de Fidel Castro, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos; y la organización se fortaleció a través de la articulación con el Directorio Revolucionario, agrupación surgida en La Habana.  

 

SIERRA MAESTRAFIDEL CASTRO Y DETRÁS SUYO ERNESTO “CHE” GUEVARA EN LA SIERRA MAESTRA

(FOTO DE 1957

 

Hacia 1958 Batista era ya incapaz de consensuar y articular el descontento popular y los intereses de la elite económica, como lo había sido en las décadas anteriores. Ya no podía preservar la “vieja Cuba”. El desenlace fue la victoria de los revolucionarios en enero de 1959.

Si bien la caída de Batista había sido apoyada por diferentes sectores, algunos moderados, el único capaz de ejercer un liderazgo político era el M26J. El programa inicial del gobierno no era excepcionalmente radical. Las políticas agrarias se basaban en disposiciones de la constitución de 1940; se favoreció a la industria nacional con criterios “desarrollistas” (control de divisas, regulación del comercio exterior, incremento del poder adquisitivo de los trabajadores).

La conciencia popular acerca de la “cuestión política” hizo que no fuera entusiasta el reclamo de elecciones y que Fidel Castro consolidara su liderazgo personal a partir del apoyo popular. Este se sustentaba en el respaldo a las medidas orientadas al pleno empleo, la reforma agraria, el fortalecimiento de la salud y la educación pública. Esas iniciativas construían, de acuerdo a la perspectiva revolucionaria, una “verdadera democracia”, que contrastaba con el histórico funcionamiento del sistema de partidos y de las representaciones. El gobierno revolucionario encaró la construcción de un nuevo orden institucional que promovía instancias de participación a través de organismos como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas, la Asociación de Jóvenes Rebeldes y las brigadas de Trabajo Voluntario; también se reemplazaron las viejas fuerzas armadas por un nuevo “ejército rebelde” .

La “justicia revolucionaria” y las iniciativas de reforma agraria alinearon la oposición de los grandes propietarios y de EE.UU. a un proceso que, hasta ese momento, no era muy diferente deotras experiencias de un nacionalismo radical. Sin embargo, el camino transitado por la Revolución recogía tres lecciones: por un lado, el balance de los límites que habían tenido los cambios generados luego del alzamiento de 1933, que desplazó a Machado. La Revolución debía ser más que un cambio político y debía conmover los fundamentos de la dependencia económica generada por la exportación de azúcar a EE.UU. En segundo lugar, el desenlace de la revolución en Guatemala mostraba los límites de la tolerancia a las reformas, y la necesidad de reorganizar las bases de apoyo a la revolución para enfrentar a los enemigos internos y externos; por último, la desestabilización de la revolución en Bolivia, generada por la decisión de atender los intereses del capital nacional y extranjero, advertía sobre la necesidad de transformaciones más radicales. El gobierno revolucionario avanzó en la nacionalización de empresas de capital norteamericano, y a través del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA) se inició la transformación de la estructura de la propiedad hacia la hegemonía del Estado en la producción agrícola. El deterioro de las relaciones con EE.UU. fue cerrando los mercados de exportación y el gobierno revolucionario orientó su política exterior hacia los países del bloque soviético, de economías planificadas.

En 1961 EE.UU. apoyó una iniciativa de desembarco de fuerzas contrarrevolucionarias en Bahía Cochinos, pero el contexto no era similar al de Guatemala: la resistencia cubana logró evitar la invasión y afirmar los sentimientos de soberanía y apoyo la Revolución. La política norteamericana se orientó hacia el boicot comercial y el aislamiento de Cuba. A partir de la condena de la OEA impulsada por EE.UU. en 1962, que decidió la expulsión de Cuba de la organización, se afianzó el vínculo de la Revolución con la URSS. El socialismo se convirtió, así, en la alternativa para sostener la revolución social y el nacionalismo radical que la inspiraba.

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