FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Vidas de perros

 

Una de las características del período de posguerra fue la norteamericanización de la literatura alemana, acogida con gran apertura por la Generación del 47, cuyo objetivo en un principio fue revolucionar formalmente la literatura nacional. En su uso de un alemán simple, de todos los días, anidaba el intento de despojarse de la retórica, una tendencia a la austeridad del lenguaje, a fin de evitar el sentimentalismo, como forma de lucha contra la estetización de la guerra.

 

Heinrich Böll, autor nacido en la zona de Renania, rompe con la tradición narrativa de la novela corta en Alemania e introduce la short story, género productivo en la literatura anglosajona que representa un breve segmento de la realidad sin acontecimiento inaudito ni vueltas de tuerca. También se trata de textos que comienzan y terminan arbitrariamente, sin presentar un carácter acabado. Esto tiene como propósito fracturar la mirada totalizadora poniendo el énfasis sobre el punto de vista y las condiciones de percepción. Böll fue reclutado por el ejército alemán en el año 1939, sirvió durante todo el conflicto y fue prisionero del ejército estadounidense.

En su novela Opiniones de un payaso, publicada también en 1963, encontramos como tema principal a la sociedad alemana individualista, insensible y feroz. Böll utiliza como instrumento para esto es la estética del detalle, de la lente, del primer plano. Se ocupa de los asuntos menores, cotidianos, porque allí es donde anida el terror, donde se percibe la continuidad entre el nazismo y la sociedad norteamericanizada que practica el olvido porque se siente cómplice. Toda esta sociedad de la apariencia se revela como hipócrita debido a que contrapone el discurso y la práctica, lo que resulta en una verdadera imposibilidad de comunicarse. La falta de afecto en el lenguaje, el “modo de despachar todo comercialmente”, sólo conduce a que se produzcan malentendidos.El único lenguaje posible en estas condiciones es el de las prostitutas porque la única pregunta que queda por hacer es si el servicio fue satisfactorio. En “La intención es siempre gratuita”, un artículo de 1963, Böll afirmó que el escritor no puede ser un agitador. Explicó allí claramente que la buena intención no es sinónimo de buena literatura y que la única obligación que debe pesar sobre los personajes es la de la forma.

Böll presentó como una farsa a esa sociedad de bienestar que de repente parecía ser la nueva Alemania del american dream. En “Anécdota acerca del descenso de la moral del trabajo”, advierte en 1961 sobre el peligro de que este termine siendo un objetivo en sí mismo, relegando otros deseos o necesidades. El trabajador es un objeto que no encuentra un sentido en la producción y por lo tanto pasa a ser él mismo el objeto que puede ser trasladado, desechado o reemplazado.

En La amada no enumeradanota, uno de sus relatos cortos más visitados, el narrador sustrae a su amada del conteo de peatones que pasan por un puente, tarea principal de su empleo. En esa pequeña trampa cotidiana al objetivo de su trabajo, encuentra una grieta para colar algo distinto, algo que no puede cuantificarse ni ser intercambiado. De esta misma manera se relaciona el arte con la libertad, produciendo formas no alienadas, no vinculadas a la producción, que tienen que ver con lo no intencional y lo espontáneo. “El arte está demasiado o muy mal pago”, enuncia Schnierss, protagonista de Opiniones de un payaso. Los personajes de Böll no tienen un programa revolucionario sino que son mansos, eluden la lucha y actúan de forma no sistemática. Pero todos tienen la imperdonable cualidad de derrochar el dinero, no son capaces de calcular ni de formular estrategias de cuidado ya que no guardan esperanzas y excluyen todo cálculo por un posible éxito. Vivir así es su inocente forma de rebeldía. Si la libertad llevó a generaciones enteras a colaborar o al menos ser indiferentes con una campaña de exterminio gigantesca, entonces se vuelve sospechosa para Schniers. Él tiene la capacidad de ser marioneta y la pasividad suficiente para vaciarse de tanta información como un elemento de lucha. Pierde su identidad frente al espejo y en su excentricidad tiene miedo de volverse loco. Böll se apoya en el realismo para construir una sátira, que por naturaleza organiza la unión de lo alto y lo bajo.Hechos banales, menores, cotidianos, pero que al final siempre dejan a la vista lo que es importante. El artista elegido por Böll para exponer su poética es un artista menor, un payaso. Este protagonista (y por analogía el mismo Böll, en tanto artista) cumple el papel del bufón en la corte del rey, es aquel que puede decir la verdad porque no se le creerá, justamente porque se trata de la visión del mundo de un payaso y no de un gran filósofo es que no se juega la cabeza en cada comentario. Su discurso está, con respecto a la realidad, en el mismo rango que la ficción, esto es: se le permite decir cualquier cosa, pero esa habilitación renuncia a toda pretensión de verdad, a todo vínculo con la realidad.

Este autor presenta conciencias que hablan muchas veces sin coherencia narrativa en obras abiertas que tratan de lo fragmentario. Esbozos o borradores que intentan mermar el carácter de lo concluido, lo definitivo. Por lo tanto, presentan gran independencia entre los capítulos, relacionados a través de la yuxtaposición. Se pasa de un dato histórico a lo particular, la cámara se va acercando y la lente enfoca algo pequeño. No es la gran historia, los grandes hechos, sino una experiencia, una reflexión, una singularidad privadas. Hay un énfasis en el punto de vista que no es una visión universal, no hay narrador omnisciente que guíe al lector, más bien tenemos acceso al discurso enloquecido de un marginal.

Günter Grass, nacido en 1927 y muerto en abril de 2015, debió esperar hasta 1999 para recibir el Premio Nobel de literatura que Böll obtuvo en 1972. Su novela más conocida es El tambor de hojalata, publicada en 1959. En ella narra la trágica vida de un niño durante la Segunda Guerra Mundial hasta su internación en un psiquiátrico al finalizar su juventud. De niño, Oscar tiene un completo desprecio por el mundo adulto, por lo que decide dejar de crecer hasta que los nazis matan a su padre. La potencia de su canto es, al ritmo del tambor, un grito de resistencia contra este régimen asesino.

Años de perro termina esta trilogía que en 1961 cuenta con su segunda parte: El gato y el ratón. Allí Malkhe es un joven a quien sus amigos, en vez de convertirlo en héroe, lo convierten en payaso. En una analogía sexual y grotesca con Cristo, este redentor tiene su reino en otro mundo pero aquí no es reconocido. Vemos aquí nuevamente a Grass trabajando en los desmontajes satíricos mediante, al igual que en el de Oscar, la figura de un antihéroe. Uno de sus críticos, Mafred Durzack, leyó esta estrategia literaria como una crítica ideológica, en la que Grass desmonta la imagen heroica estereotipada en el nacionalsocialismo.

Como sucedía en el caso de Schniers, el payaso alcohólico de Böll, Malkhe es un outsider, no se arroga la representación de ningún conjunto de hombres. Aun siendo adultos, casi todos los personajes de Grass continúan comportándose como niños. Según George Steiner, hay en su literatura “una deliberada vena de infantilismo, una deshinibición y denudez de sentimiento propias del niño”. Esta forma de ingenuidad se manifiesta por ejemplo en el placer de hablar sobre armas y otros tipos de máquinas de destrucción o defensa y de confeccionar listados de sus cualidades, potencias y blancos derribados.

De esta manera, Grass desenmascaró el discurso oficial de la Alemania de posguerra, que identificaba un conflicto bélico con una competencia deportiva o una transacción comercial, provocando así una sórdida indiferencia frente al horror. Lo que el narrador de El gato y el ratón califica como “sandeces escolares” o como “lo banal” son las listas de los artefactos de guerra que los alumnos saben de memoria, al igual que la historia de sus batallas. Algo totalmente naturalizado durante la Guerra Fría. Una vez más, como ya leíamos en Böll, la potencia de destrucción de lo trivial es arrasadora. También en Opiniones de un payaso, los héroes de guerra se refieren a la guerra como la continuación del patio de la escuela. Esta voluntad por devenir infante frente a la guerra se repite a nivel literario como una estructura compensatoria: ya que de la guerra no se puede hablar, se narran las historias de estos chicos. Aquello que es interesante como historia por lo fuerte de la temática (la muerte, la guerra, el abuso sexual de un menor) son todos temas que Günter Grass trata sin dramatismo, con una naturalidad exasperante.

En la poética de ambos autores participantes del Grupo de 47, observamos rasgos formales especialmente productivos en la literatura posmoderna como el lenguaje coloquial, la multivocidad y una edición del texto deliberadamente desconocedora de las normativas básicas de la narración. Por otro lado, el uso del alemán coloquial es señalado por Kurt Fickert, otro de los críticos de la obra de Grass, que agrega que en su poesía este rasgo es la base para la experimentación, ya que logra exponer lo cristalizado a nivel del lenguaje. Sus poemas están fragmentados por la inclusión de discursos diversos y también por cambios de persona y de registro, como podemos leer en el poema “Insomne” del poemario Interrogado, de 1967.nota

Algo similar sucede en la prosa, no solo a nivel sintáctico sino también argumental. La obra de Grass expone estas fisuras y a lo que recuerdan los narradores agrega cosas, papeles, recuerdos de otras personas. La construcción de las historias se realiza a través de la yuxtaposición porque la realidad se presenta fragmentada, ya no se la puede aprehender como una totalidad. Fickert añade que esta edición textual se da muchas veces entre ideas incompatibles y sin conectores gramaticales. De esta forma, la perspectiva desencajada de Grass opaca al tiempo que ilumina ya que el exceso de toda esta información banal termina siendo lo único que hay: las capas de la cebolla que guardan un centro vacío.

Schniers, al igual que Malkhe, es un coleccionista, dice “colecciono momentos”. Ambos crean una nueva totalidad sacando los elementos de contexto para inscribirlos en una nueva serie. Destruyen lo que intentan atesorar, señalando así que el recuerdo tiene una potencia destructivadesde que pretende abarcar la totalidad del objeto y mitificarlo. Pero la memoria solo puede arrastrar algunos rasgos característicos que ya no se corresponden con el referente, se está subrayando así el carácter parcial, fragmentario, caótico e intencionado del recuerdo. Y no solo para las personas funciona de forma azarosa: la memoria de las instituciones son los registros de antecedentes y es justamente un accidente burocrático lo que provoca que Mahlke no sea reconocido como héroe de guerra.

Respecto del tema de la memoria, también es interesante mencionar la autobiografía publicada en tres tomos comenzada en 2006 con Pelando la cebolla, que no escapa a la polémica. Allí revisa, entre otras cosas, su participación como soldado y también la adhesión al nacionalsocialismo en su juventud. Algunos años después, en 2012, Grass fue declarado persona no grata en Israel por el poema “Lo que hay que decir”, donde alarma por un posible ataque a Irán.

Muchos de quienes formaron parte del Grupo del 47 desarrollaron actividad militante en agrupaciones de izquierda. En tanto movimiento artístico, además de marcar una fractura respecto de la tradición literaria alemana, supieron sacar a la luz cómo el imaginario que posibilitó el horror nazi en realidad seguía allí, influyendo. Sin embargo, con el tiempo, también recibieron críticas por alejarse de las problemáticas de su tiempo y permanecer en una “torre de cristal”, entre otras rencillas con la izquierda alemana.

 

 

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