FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

Usted está aquí: Inicio Carpeta 2 Fascismo y nazismo Sobre los autores Eric Hobsbawm (1917 – 2012)

Eric Hobsbawm (1917 – 2012)

Historiador marxista británico, divulgador y referente de la disciplina durante todo el siglo XX. Su terreno de estudio es heterogéneo: la doble revolución (política francesa y económica inglesa), los bandidos sociales (como ejemplo de la historia desde abajo) y el “largo” siglo XIX junto con el "corto" siglo XX. Cofundador de la revista Past & Present. Entre sus libros más destacados se encuentran: Rebeldes primitivos (1959); La era de la revolución, 1789-1848, (1971); La era del capitalismo, 1848-1875, (1977); La era del Imperio, 1875-1914 (1987);  Historia del Siglo XX (1994).

 

Hobsbawm, Eric J., Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 1995, Cap. IV: “La caída del liberalismo”.

En este capítulo el autor da cuenta de las características centrales de la etapa comprendida entre el fin de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda. El aspecto más sobresaliente del período de Entreguerras fue la crisis de los valores e instituciones de la civilización liberal decimonónica.

    La Primera Guerra Mundial fue un acontecimiento catastrófico, un dramático punto de inflexión en la historia mundial. Es el fin de la civilización occidental del siglo XIX y su carácter capitalista, eurocéntrico, con sistemas jurídicos liberales, cuya corriente principal de pensamiento confía en la razón y en el progreso material y moral de la humanidad, y se vanagloria de sus avances científicos y educativos. La guerra masiva, con sus millones de muertes, pone en crisis las viejas certezas: es la prueba más clara de que el progreso científico no lleva necesariamente a la felicidad humana.

   La guerra trae aparejadas la inquietud social y la revolución: motines en los ejércitos desde 1916, la revolución bolchevique en Rusia en 1917, la agitación obrera y las revoluciones socialistas en Italia y en Europa del Este durante la temprana posguerra. La existencia de un Estado no capitalista, la Unión Soviética, y la amenaza que supone para los demás países, marca desde entonces el tono de la política internacional. El reordenamiento geopolítico de posguerra diseñado en los diferentes tratados generó la semilla de la futura discordia.

Durante los veintiún años que transcurrieron entre las dos guerras mundiales (‘Era de la catástrofes’ según Hobsbawm), Europa atravesó una época convulsiva producto de la incapacidad e impotencia del liberalismo burgués para enfrentar- dentro de los viejos esquemas y marcos políticos-ideológicos- las consecuencias de las transformaciones acaecidas durante el último cuarto del siglo XIX. Tras los primeros años de posguerra, llenos de dificultades, los europeos vivieron un corto período de esperanza que coincidió con una etapa de prosperidad superficial (los ‘felices años ’20’); sin embargo, el crack bursátil de 1929 truncó aquella bonanza económica y política y las ya existentes doctrinas antiilustradas (fascismo, nazismo) comenzaron a afianzarse en suelo europeo.

    La crisis de la ideología liberal-iluminista da lugar a toda una serie de actitudes muy diferentes. El pacifismo es uno de los resultados de la experiencia de la guerra, pero también lo es la ideología de aquellos (en su mayoría ex combatientes) que consideran a la guerra como una experiencia purificadora, de regeneración nacional, y exaltan la camaradería de la trinchera y los valores de la fuerza y el coraje, de la pasión nacional y la vitalidad juvenil. Actitudes de este último tipo se encuentran detrás de movimientos nacionalistas como el fascismo italiano o el nazismo alemán, que reemplazan los regímenes liberales por nuevos modelos jurídicos y políticos de extrema derecha (aunque una derecha de nuevo cuño, que no plantea una vuelta a un pasado remoto y feliz sino la construcción de una sociedad nueva y la movilización de las masas).

    Durante el período de Entreguerras convivieron diferentes escenarios políticos: la democracia liberal subsiste en Francia e Inglaterra, Suiza, Holanda y Bélgica; el fascismo triunfa en Italia y el nazismo en Alemania, la socialdemocracia en Escandinavia, el New Deal en EEUU, las dictaduras en Europa del este y península ibérica y el comunismo en la Unión Soviética. Esa conflictiva convivencia  de diferentes familias ideológicas  llegó a su punto álgido en 1933 con la llegada de Hitler al poder en Alemania y la conversión del fascismo en un fenómeno de dimensión europea; a partir de entonces se polarizó y radicalizó la lucha entre quienes se consideraban herederos de la Ilustración (liberalismo y comunismo) y quienes se definían esencialmente como antiiluministas (fascismos). En esta ‘guerra civil europea’ fueron los intelectuales europeos que rechazaban el fascismo los primeros en alinearse dentro de un bando antifascista que encontró en la guerra civil española la dimensión simbólica de esa causa supranacional que los convocaba al combate ideológico y donde lo que estaba en juego era el porvenir de Europa.

   La Segunda Guerra mundial enfrentó a las democracias liberales y el comunismo ‘contra un enemigo común e ideológico’ que se revelaba difícil de apaciguar y con el que ya no era posible acordar. Si en un primer momento el temor al ‘bolchevismo’ y el trauma de la guerra alimentaron una voluntad negociadora por parte de Inglaterra y Francia en relación a las exigencias de Hitler, el descubrimiento de una naturaleza inédita y temible en el nazismo los obligó a reaccionar.

   Si el antifascismo fue posible para aquellos que no comulgaban con el comunismo fue precisamente por el contexto de depresión económica internacional, de ascenso del fascismo y de crisis profunda de las instituciones liberales.
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