FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

ISBN 957 950 34 0658 8

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Carpeta 2. El quiebre del liberalismo y la crisis del capitalismo (1914/1918-1945)

I. La Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa

¿Quiénes, cómo, por qué?

 

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¿Quiénes son esos muchachos que van a una guerra que parece ajena y resulta lejana sin que haya de por medio un reclutamiento forzoso? Lo primero que apunta Weir es que son muchos y de diversa condición cultural y socioeconómica. El contrapunto entre Archy y Frank es sumamente ilustrativo en este sentido; el primero es hijo de una familia próspera, establecida en el trabajo de la tierra; el otro, un modesto empleado del ferrocarril que anda en busca de empleos mejores. Si bien en el grupo grande, la mayoría de los muchachos son simples trabajadores manuales, las redes de la política imperial atraen también a quienes, como Archy, buscan alejarse de los mandatos familiares y de la pequeñez de la vida rural tradicional. Así, Archy va a la guerra porque supone que en la aventura vivirá experiencias que lo harán hombre de mundo, como su tío Jack. Lo cierto es que analizando las situaciones vitales bien diferentes que presenta la introducción de la obra, el filme deja sentado que la tragedia de Gallipoli no sólo arrastró a jóvenes pobres sin horizontes económicos promisorios, sino que atravesó las clases sociales y alcanzó también a muchachos de familias propietarias y a oficiales establecidos del ejército australiano.

 

Weir lleva las cosas varios pasos más allá de los estereotipos: el personaje de Frank, lo más parecido a un buscavidas sin horizontes claros de futuro, es quien más se resiste a pelear a favor del imperio. Descendiente de irlandeses, depositario de una tradición familiar antibritánica, Frank descree a rajatabla del gran relato imperial, y cuando se enrola lo hace más por la amistad que surge con Archy y por las promesas de ascenso social que la aventura implica, que por sentir algún tipo de convicción personal frente al conflicto.

 

La postura de Frank se complementa a la perfección con el escepticismo olímpico del viejo rastreador que les salva la vida a los muchachos en su marcha desorientada por el desierto de sal en el que se pierden. Ignorante de las noticias del mundo, el anciano no comprende por qué dos jóvenes locales quieren ir a la guerra a defender a Inglaterra; agrega, incluso, que la presunta llegada de los alemanes al lugar, el peligro que nombra Archy en su argumentación a favor de la decisión, debería ser bienvenida… Toda una declaración contra la lógica imperial, que sale de boca de alguien desconectado de la gran política mundial pero experto en la realidad cotidiana de su mundo. Su mirada en derredor es un comentario concluyente en apoyo de sus palabras y un apunte que, por otra parte, deja sentadas las ideas del director sobre el asunto.

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