FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNLP

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Monvosin, Beissy y la figura del gaucho

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RAYMOND QUINSAC DE MONVOISIN, SOLDADO DE ROSAS (1842), ÓLEO SOBRE CUERO, 156 X 133 CM., COLECCIÓN PRIVADA






 





 No sorprende la similitud entre las representaciones de musulmanes que mencionamos y el gaucho federal de Soldado de Rosas (1842) de Raymond Quinsac de Monvoisin (1790-1870). Premiado en los salones de París, alumno de Guérin y condiscípulo de Delacroix en la Academia Francesa de Bellas Artes, Monvoisin pasó tres meses de 1842 en Buenos Aires. Durante esta corta estadía, un alto en su camino a Chile, pintó esta tela. Tal como señala Roberto Amigo, el pintor francés no disponía de otro repertorio fuera del orientalista para representar a esta figura tan ajena. El detalle en la descripción de la vestimenta de este gaucho que toma mate recostado sobre un horno de barro responde al perfil etnográfico de buena parte de la pintura orientalista de la academia francesa a partir 1830. Así, esta pintura nos ofrece una imagen bastante ajustada de la población rural militarizada del rosismo, pero no se trata del retrato de un gaucho en particular sino de la representación de un tipo social. Al mismo tiempo, el chiripá del soldado rosista recuerda las babuchas orientales y el rostro bien podría ser el de un andaluz o el de un argelino. Indolente, la figura está cargada de gran sensualidad, una cualidad ligada a lo irracional, que los europeos atribuían a los musulmanes.

Algunas décadas más tarde, los folletines y las novelas gauchescas tuvieron auge en el Río de la Plata a partir del éxito del célebre Martín Fierro de José Hernández (1872). Los círculos de lectura de un criollismo de corte populista se fueron ampliando y las historias de gauchos perseguidos fueron consumidas no solo por una población rural, sino también por una nueva población urbana. Otro artista viajero francés que también pasó un breve período de tiempo en la Argentina, Marie-Gabriel Biessy (1854-1935) pintó un óleo significativo para el género criollista: La muerte del gaucho matrero (1886).

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MARIE-GABRIEL BIESSY, LA MUERTE DEL GAUCHO MATRERO (1886), ÓLEO SOBRE TELA, 162 X 300 CM. MUSEO MUNICIPAL DE BELLAS ARTES DE LA PLATA.




Formado en la École des Beaux Arts de Lyon, Biessy había continuado sus estudios en París con Carolus-Duran. Tal vez se vinculó en ese momento con los discípulos argentinos de Carolus-Duran, como Severo Rodríguez Etchart, el artista argentino más afecto a la pintura orientalista. La composición muestra una figura echada en un primer plano paralelo al horizonte y genera un clima de sugestión. El cuerpo muerto se ve en violento escorzo y sobrevolado por aves de rapiña que anuncian su proceso de descomposición. En el fondo, cruces de un cementerio indican un núcleo urbano cercano. El gaucho matrero no tiene tumba, su cuerpo queda en el escenario de sus andanzas. Si la pintura del siglo xix había buscado con énfasis la representación del ejemplo virtuoso –el momento de la muerte es central para el didactismo moral–, Biessy realiza aquí una ejemplificación por la negativa. Su mirada exótica sobre el gaucho rioplatense se resuelve desde la pintura naturalista. La muerte en soledad afirma la pertenencia del gaucho a un orden delictivo y, a la vez, natural por su relación con la tierra. Se trata de una representación en una sociedad que ha ejercido el control sobre el mundo rural, aclara Amigo: el gaucho era para los sectores intelectuales asunto del pasado, tópico identitario para la construcción del imaginario nacional.


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