Sobre el interés histórico del film

Desde la distancia impuesta por el paso del tiempo, Huw Morgan rememora en su edad adulta los días en que vivía con su familia en un pequeño pueblo de Gales. Huw recuerda su infancia de hijo menor, miembro de una familia compuesta de seis hombres, sus cuatro hermanos, su padre y él, y dos mujeres, su bella hermana Angharad y su madre.

Se acerca el final del siglo xix. Los Morgan marchan diariamente a la mina del pueblo, único lugar de trabajo para los hombres del lugar. La ritualidad cotidiana del valle se ve pautada por la sirena de la mina y el campanario de la capilla, en la que destaca la presencia del diácono, Mr. Gruffyd, la gran referencia moral del pueblo.

Huw recuerda la marcha de los hombres a la mina y el regreso para los largos baños en el patio de la casa, los salarios miserables que alcanzaban apenas para la comida, la extorsión permanente de los patrones, la primera huelga. Recuerda que cuando sus hermanos mayores mencionaron frente a su padre la posibilidad de formar un sindicato, este los echó de la casa familiar. Recuerda que el pueblo todo marchó a la primera huelga debido a la baja continua de los jornales, recuerda cómo arriesgó su vida para salvar a su madre de morir en el hielo quebradizo. En sus recuerdos agridulces se mezclan los vínculos familiares, el trato social, la importancia del trabajo para el individuo y la comunidad, el lugar capital de la iglesia para la unidad de los vecinos, los amores, los rumores, las dignidades y las miserias de la gente común.

Huw recuerda. Y en sus recuerdos de hijo menor, se ve pasar la vida de toda una familia y de toda una pequeña comunidad galesa sometida a los golpes de vara de la historia. Mientras sus hermanos se van marchando uno tras otro por el desempleo creciente o la baja de los salarios en la mina, Angharad se casa con el hijo de Mr. Evans, el propietario, e Ivor, el hermano más grande, muere en uno de los tantos accidentes que interrumpen el trajín de los hombres y su joven esposa queda viuda. Con sus hermanos varones dispersos entre Estados Unidos, Canadá y Nueva Zelanda, Huw Morgan se convierte en el primer hijo que asiste a la escuela pública, pero cuando se presenta la posibilidad de continuar con sus estudios, opta por seguir el modelo familiar y meterse de aprendiz en la mina: corazón e infierno de la vida del pueblo.

Testigo de un tiempo aplastado por la historia, Huw Morgan construye en su relato retrospectivo una mirada que articula con sensibilidad, alegría y dolor la época en la que en ese pequeño valle perdido del bello Gales, los hijos ya no pudieron seguir los pasos de sus padres, los lazos comunitarios se vieron forzados o quebrados por las presiones sociales y económicas y el Estado insinuaba su presencia creciente por medio de la escolarización masiva que empezaba a incluir a los hijos de los trabajadores más humildes.

Vidas y muertes, pasiones, dolores y resignaciones. Trabajo, comunidad, solidaridad y enfrentamiento. Explotación y emigración. Cuesta mucho imaginar otra película en la que los nudos fundamentales que se ataron en torno de los vínculos sociales a pequeña y a gran escala en Europa en la segunda mitad del siglo xix queden retratados de manera más sencilla y profunda, y en la que el impacto de las transformaciones históricas sobre la vida de la gente común se vea reflejado con tanta claridad y tanto sentido.

Una historia hecha a la medida de John Ford, narrada con el estilo directo y potente del director. Un film que a casi setenta años de su realización sigue provocando la emoción y la reflexión y que, como pocos, desafía las representaciones históricas más allá de los lugares comunes.